LA ROMANA, Alberto Moravia

«Nos pasamos la vida anulando los efectos de nuestras virtudes con los de nuestros vicios».

El primer libro que leí de Alberto Moravia fue La  Romana,  y   lo hice para cumplir con el temario de una asignatura de Filología italiana, que me permitió conocer otras obras del autor, como Gli indifferenti,  La ciociara, o Racconti romani y  tengo que decir, que la impresión que me produjeron,   fue  de auténtica fascinación  por la prosa desnuda y detallista  con la que diseccionaba a sus personajes; con treinta años más, ha vuelto a caer  en mis manos «La Romana«, a la que me he acercado con el regusto del pasado, esperando disfrutar como lo hiciera antaño; pero el tiempo no pasa en balde, ni para la obra ni para el lector y lo que entonces me conmovía y asombraba, hoy   no lo ha hecho tanto, una vez pasado por el tamiz de la experiencia lectora y vital. ¿Quiero decir con esto que me ha decepcionado?.  En absoluto, son magistrales la recreación   de  ambientes,  el dominio de la narración, las descripciones físicas y la exploración psicólogica de los personajes que tanto recuerda a Dostoyevski y en las que aflora lo absurdo y tortuoso de la existencia.  Pero aquella sensación juvenil se ha desvanecido y han aflorado aspectos de la novela que en aquel momento pasaron desapercibidos y que ahora advertimos, por su desajuste con algún elemento de la narración.

Pasemos a analizar la obra detenidamente. Moravia saltó a la fama con sólo 21 años, con  Gli indifferenti, novela de juventud con la que se dio a conocer y que le hizo saborear  un prematuro  éxito, al exhibir  las vicisitudes de una familia de la alta burguesía, -clase a la que el propio Moravia pertenecía y conocía en profundidad-, compuesta por la madre Mariagrazia, y dos hijos, Carla y Michele, que serán utilizados por Leo, amante de la madre y seductor de la hija. «La romana«, publicada en el 1947, es ya una novela de madurez, que  marca  una etapa importante en el desarrollo de la narrativa del autor; la acción se desarrolla,  en la Roma fascista, en los años en que Mussolini, libraba una Guerra en  Etiopía (1935-1936), que culminó con la anexión del país africano al imperio colonial italiano.   

La madurez mencionada de la novela, se revela de una manera meridiana al  compararla con su primera obra, Gli indifferenti, donde el patetismo de Mariagrazia, el hastío vital de  Michele, la desidia encarnada en Leo, y la humillación de Carla, muestran una visión escéptica y pesimista del hombre y de la vida; en La Romana, el autor cambia su mirada y muestra hacia Adriana, el personaje protagonista, un sentimiento de piedad   que la redime de los sinsabores y tribulaciones  cotidianos y que tamiza la concepción pesimista de Moravia de sus novelas anteriores. Quizá sea esa experiencia la que le  lleva a crear un personaje femenino, Adriana, de una gran complejidad pero  revestido de una sencillez y simpleza engañosa. Ella misma se autodescribe  como una chica buena en la que no cabe ni el odio ni el rencor… No soy rencorosa, y bastó el brazo de Gisella alrededor de mi cintura para disipar mi resentimiento…, con un talante  propenso a soportar el abuso y la humillación…mi carácter me inclina más a padecer la violencia ajena que a imponer la mía…, y por encima de todo compasiva …Invoqué la protección de la Virgen también para Gisella, que me había traicionado por envidia, para Ricardo, que por estupidez había secundado a Gisella, y por último para Astarita. Rogué por Astarita más tiempo que por los demás, precisamente porque sentía un profundo resentimiento contra él y deseaba destruir aquel resentimiento y amarlo como amaba a los demás, perdonarlo y olvidar completamente el daño que me había hecho. La figura de Adriana, se alza sobre el resto de los personajes, erigiéndose en narradora de su propia vida; en  primera persona relata su experiencia vital,  desde sus 22 años,  destacando los cambios que experimenta  a partir de los  16 años, edad en la que su belleza se manifiesta en plenitud…A los dieciséis años, yo era una verdadera belleza. Mi rostro tenía un óvalo perfecto, estrecho en las sienes y un poco ancho abajo, los ojos rasgados, grandes y dulces, la nariz recta, en una sola línea con la frente, la boca grande con los labios bellos, rojos y carnosos y, si me reía, mostraba unos dientes regulares y muy blancos.;  de jovencita sigue a rajatabla los dictados  de su madre, personaje egoísta y amargado que  la persuade de que su gran atractivo  es el  único medio para salir de la pobreza y lograr una vida fácil y desahogada; sin aclarar el modo,  la incita a aprovechar  su cuerpo  como moneda de cambio, para vivir  ambas sin estrecheces,  y de paso,   resarcirse de las renuncias y sufrimientos padecidos en su juventud para sacar adelante a su hija. En ella luchaban dos sentimientos opuestos, su amor por Adriana y su afición a la vida cómoda.

—Mi madre me quiere mucho —contesté. 

—Pues a mí me parece —replicó él tranquilamente reanudando su dibujo— que quiere sobre todo al dinero.

 —Eso no es verdad —repliqué con vivacidad—. Me quiere a mí, sobre todo… Pero le disgusta que yo haya nacido pobre y quiere que gane mucho.

No sólo su madre, también su compañera Gisella, a la que conoce en el estudio del pintor donde ambas  posan  como modelos, la empuja con engaños  a la vida fácil en la que ella lleva tiempo inmersa; es falsa y malévola y de una crueldad despiadada e inconsciente…Tal vez Gisella tenía razón y aquél era el único modo de obtener todas las cosas que tan desesperadamente necesitaba. Con el tiempo secundará los caprichos de los distintos hombres que pasan por su vida  con la misma actitud sumisa  y pasiva.

Adriana,   sin tapujos ni dobleces, nos revela sus deseos frustrados de formar una familia, en la que el amor se evidencie en una casita con jardín, luminosa, con ventanas amplias y en la noche,  una luz cálida que lo convierta en hogar; este será un sueño recurrente al que acudirá en momentos de desánimo pero  por el que nunca luchará;   su carácter indolente la conduce a escoger el camino más fácil y aprovecharse de su cuerpo para  seducir a los hombres  y lograr sus fines… Aquella mañana, por primera vez, consideré a mi cuerpo como un medio bastante cómodo de conseguir los fines que el trabajo y la seriedad no me habían permitido alcanzar. En su relato, desnuda cada rincón de su alma y muestra abiertamente  las contradicciones entre sus deseos y la   realidad  que elige, a la que se adapta  y que acepta con una total indiferencia  …Estuve un rato con los ojos muy abiertos, en la oscuridad, sin pensar en nada. «Soy una puta», dije por fin en voz alta, para ver qué efecto me hacía. Me pareció que no me hacía ningún efecto y, cerrando los ojos, me dormí  inmediatamente; sabe quien es, lo que quiere, y  comprende que su fuerza  …no estaba en desear ser lo que no era, sino aceptar lo que era.

Pero Adriana es mucho más,  es una mujer hedonista y voluptuosa que se deleita  en  la contemplación del  cuerpo… el  cuerpo humano era para mí una fuente inagotable de misteriosa e irascible complacencia…,  en el sexo y su plácido recuerdo …era demasiado reciente el recuerdo del placer que había sentido entre sus brazos para no encontrar, si no una justificación, por lo menos una excusa a su mentira… y en su violencia   …Recordé el grito desgarrador, entre el horror y el placer, que había lanzado la primera y única vez que Sonzogno me había poseído y me dije que aquel día me había dominado de una vez por todas, como ningún hombre;  y  también, en la posesión de dinero, en el sentimiento de complacencia estremecedora que experimentó  al recibirlo por primera vez, en pago por sus servicios sexuales …había olvidado el estremecimiento de complacencia que Astarita supo suscitar en mi ánimo poniéndome a la fuerza el dinero en la mano al regreso de Viterbo…   y en las sucesivas ocasiones…Sabía desde luego, que debía rechazar aquel dinero, pero al mismo tiempo me daba cuenta de que deseaba aceptarlo y no tanto por avidez como por el nuevo placer que el ofrecimiento despertaba en mi alma, que le recuerdan el erotismo de la primera entrega ….En efecto, el dinero que me dio superaba todas mis previsiones. Al cogerlo volví a experimentar aquella sensación tan fuerte de complicidad y sensualidad que me había inspirado el dinero de Astarita al regreso de Viterbo.

También explora otros caminos que le provocan una gran goce, acabando por descubrir que no es  tan buena como creía o que esa bondad … no excluía el gusto por la sangre, la admiración por la violencia y la complacencia por el delito; las experiencias licenciosas e inmorales que emprende, revelan su faceta más oscura, la que no desdeña, el robo, …No sentía tanto una tentación como el descubrimiento. Ahora lo podía hacer todo, incluso robar. Abrí mi bolso y metí dentro la polvera que, con su pesa, cayó al fondo…, que repite para revivir la sensualidad placentera del acto de robar ….había experimentado nuevamente el placer sensual de la primera vez y me parecía comprender ahora por qué hay tanta gente que roba…; el hecho de denigrarse o ser cómplice de asesinato son caminos que transita y que le hacen conocer sus límites y descubrir hasta dónde puede caer Y hasta sentía una especie de voluptuosidad al dejarme caer hasta el fondo de lo que imaginaba iba a ser el último peldaño de la desesperación. Incluso me parecía estar como protegida por la misma llegada de la desventura y pensaba con cierto placer que, fuera de la muerte, que tampoco me daba miedo, no podía sucederme nada peor. En sus momentos más bajos, de desánimo, trasciende lo personal y se erige en representante de   todos los pobres y desafortunados a los que como a ella misma, considera víctimas. Por eso, para redimirse y redimirlos pone todo su empeño en salvar a quien ha sido acusada falsamente de robo.

Su complejidad de pensamiento  y   personalidad,  se manifiesta en profundas reflexiones sobre la existencia, materializadas con un lenguaje inapropiado  para una persona de su condición social, que lejos de aportar verosimilitud, alejan al personaje  de toda credibilidad…Pero yo misma me he preguntado a menudo por qué la tristeza y la rabia conviven tantas veces en el ánimo de quienes quieren vivir según ciertos preceptos o adaptarse a determinados ideales, y por qué, en cambio, quienes aceptan la propia vida, que es sobre todo nulidad, oscuridad y pequeñez, viven tantas veces alegres y despreocupados. También reflexiona juiciosamente  sobre las relaciones humanas , sobre su acabamiento… Creo que las cosas de la vida mueren por sí mismas, tal como nacieron, por aburrimiento, por indiferencia o hasta por costumbre, que es una especie de aburrimiento fiel, y me gusta sentirlas morir así, naturalmente, sin culpa mía ni de otros, y poco a poco verles ceder el puesto a las demás.

La corriente existencialista se pasea por los pensamientos de Adriana, – imaginamos que el autor tiene una excesiva presencia en ellos-, que no cree  en normas generales válidas para todos; ella,  bajo su responsabilidad  crea sus propias normas; realiza  su elección de vida y se adapta a ella sin  la seguridad de haber escogido lo correcto, y esto,  le produce una gran angustia.

A través de sus  reflexiones descubrimos a la Adriana  atormentada,  a quien el hecho de vivir de la prostitución,   le produce cambios de ánimo que la alejan de la realidad,  le hacen extraviarse, desdoblarse y entrar en trance,  hasta que se sobrepone y acaba por admitir el tipo de vida elegido sin mortificarse. Entonces comprendía que mi angustia no se debía a las cosas que hacía, sino, más profundamente, al escueto hecho de vivir, que no era ni malo ni bueno, sino sólo doloroso e insensato. En ella reside un sentimiento de amor universal  que se materializa en compasión hacia todos los hombres; se compadece de Astarita, de Giacinti, de Gino, de Gisella, ya que … Todos los hombres somos dignos de compasión porque vivimos.  Creía que por lo menos una vez al día todos debían sentir la propia vida reducirse a una situación de angustia inefable y absurda.  Y ese pensamiento me confirmaba en la convicción de que todos los hombres, sin excepción, son dignos de compasión, aunque no sea más que por vivir. A pesar de que elige libremente su camino, a pesar de no olvidar su sueño de formar una  familia con alguien que la quiera de verdad, ….—Si encontrara alguien que me quisiera bien y se casara conmigo, entonces sí, aunque fuese pobre —me dije—, pero por una contrariedad no vale la pena… en ella anida a veces la convicción de un cierto determinismo que aboca al hombre a una elección concreta… Y hasta es probable que ese carácter suyo tan cruel fuera innato y que él mismo hubiera elegido aquel oficio precisamente porque tenía aquel carácter y no al contrario.

 -Por otra parte, en estos casos, cada uno obedece, no a preceptos, sino al propio temperamento, que así adquiere forma de verdadero destino.

-Me di cuenta de que mi oficio no me gustaba, por más que, por una especie de singular contradicción, la naturaleza me inclinara a él. Pensé que no era un oficio limpio;

La Romana es ante todo, una novela de personajes. A través de la  mirada de Adriana, conoceremos a los hombres que pasan por su vida, a Gino su primer amor,  tan perfecto, tan estratega, tan miserable y mentiroso… El carácter principal de Gino consistía, en cambio, en una cierta astucia no muy inteligente y de cortos horizontes;  era débil y egoísta y el placer que le producían nuestras relaciones era mucho más fuerte que su voluntad de abandonarme….con quien ve una posibilidad de lograr su sueño infantil de formar  una familia sin sospechar que su relación es  un fiasco,  que su hombre tiene una doble vida y  está jugando con sus sentimientos; a  Astarita, el policía político,depravado, traumatizado por una infancia infeliz y un matrimonio impuesto, cruel  y eficiente en su trabajo y medroso ante  la belleza de Adriana a quien pretende conseguir  a través del  chantaje y a la que   somete a  unas relaciones sexuales denigrantes, …mientras me poseía repetía con pasión palabras injuriosas, brutales, obscenas, que no quiero repetir aquí y que parecerían ofensivas incluso a la más depravada de las mujeres; es sádico, le gusta humillar y envilecer  al individuo hasta convertirlo en un guiñapo;   él mismo no se valora y se siente basura ….—En las casas hay muchos objetos útiles, aunque no sean limpios… Yo soy uno de esos objetos, soy el basurero en el que se dejan las inmundicias. El viajante Giacinti es un hombre engreído y  repulsivo que ofende con su dinero y Sonzogno,  amigo de Gino,  es un asesino sin remordimientos, que anula  el juicio a Adriana con violencia, fascinándola con  la brutal confesión de su delito, y conviritiendo su miedo en placer…me sentía oscuramente atraída por su violencia y su furor. Recordé el grito desgarrador, entre el horror y el placer, que había lanzado la primera y única vez que Sonzogno me había poseído y me dije que aquel día me había dominado de una vez por todas, como ningún hombre.  Y Giacomo, joven  burgués, estudiante de derecho, débil y mezquino, que manifiesta su superioridad ante Adriana … me trataba como a una persona inferior, casi como una especie de objeto de experimento o de estudio… y  que juega a revolucionario sin convicción, mostrando su cobardía  al delatar a compañeros de partido;  Adriana se enamora ciegamente de él,  ama sin ser amada y se entrega dócilmente  a ese amor, sin reproches, a pesar de las continuas humillaciones  y desprecios a los que la somete; ella quiere revivir con él su ilusión juvenil de formar una familia, se enamora de sus modales, de su voz,  se enamora del amor,…me enamoré de él o, por lo menos, empecé a atribuirle todas las cosas que amaba y que hasta entonces no había tenido. Después de todo, el amor quiere ser completo y no una mera satisfacción de los sentidos, y yo seguía buscando aquella perfección que antes me había parecido poder atribuir a Gino; Adriana es capaz de todo para salvar a su enamorado, desde entregarse al repulsivo Astarita, a convertirse en cómplice de un asesinato, a pesar de que  Giacomo es un personaje  huidizo, que no se implica ni responsabiliza de nada y que  se deja llevar por la apatía. Fluctúa entre la acción y el abatimiento…Siento un enorme deseo de hacer algo, un gran entusiasmo, todo me parece perfecto, estoy seguro de que obraré de acuerdo con la intención que tengo y después, en el momento de actuar, todo se viene abajo… Manifiesta, su hastío vital y   un  sentimiento tormentoso de vacío, sufriendo en su vida diaria lo  absurdo de la existencia. Adriana es la voluntad y él la indolencia.

—Nuestras relaciones, al menos por lo que se refiere a mí, no se fundan en el placer

—¿En qué se fundan, entonces?

—En tu voluntad de amarme y en mi debilidad frente a esa voluntad… Pero eso no quiere decir que mi debilidad no vaya a tener un límite. Nosotros estamos juntos porque tú lo has querido… Yo no, y, al menos en teoría, sigo sin quererlo.

Resulta un tanto tediosa la descripción de sus indecisiones y altibajos, así como su frialdad, su hastío de todo,  de la vida, de su familia, del hombre y  de sí mismo;   esta actitud choca con su filiación y compromiso político, que como se verá,  será puro espejismo. Sus temores se desatan y su experiencia angustiosa le produce  lo que  Kierkegaard  denominó «mareo de libertad», que le llevará a una elección violenta como única salida.

En cuanto a la ESTRUCTURA EXTERNA de  la novela, diremos  que está dividida en dos partes; en la primera conocemos a los primeros hombres que se relacionan con Adriana y que le producen una marga experiencia, Gino y Astarita y en la segunda, quizá la más interesante, aparece  Giacomo,  joven de 19 años,- al que ya hemos conocido-, que ejerce un influencia absoluta en nuestra protagonista; en cuanto a la ESTRUCTURA INTERNA, la novela es un racconto, de los recuerdos vividos en el pasado por la narradora …Hoy, pensando en aquellos días….que van discurriendo  por su  mente de una manera lineal, con  breves anticipaciones,  con las que Adriana construye  la prefiguración de lo que va a ocurrir …Todos estos y otros detalles de los que hablaré después…;

Esa linealidad, se aprecia en el TIEMPO INTERNO de la acción, que se extiende en un periodo de  siete años, desde sus dieciséis años a los veintidós, momento  en el que concluye la narración de su experiencia  adolescente y juvenil; el  TIEMPO EXTERNO o histórico nos lleva a la Italia fascista y a su capital Roma, desde donde Benito Mussolini,  creador de este movimiento de carácter nacionalista y totalitario, gobernó el Estado italiano desde 1919 a 1945,  imponiendo  sus métodos de gobierno dictatoriales  que incluían el culto a la personalidad del líder, la persecución de los dirigentes opositores y la discriminación de las minorías.…No era tan ignorante como para no saber que había muchas personas a las que no gustaba el Gobierno fascista y que hombres como Astarita eran precisamente los encargados de cazar a esos enemigos del Gobierno. Los contecimientos novelescos suceden alrededor  de 1935- 1936 …La radio de un café dejaba oír la voz apasionada y clamorosa de una mujer que cantaba. Era el año de la guerra de Etiopía y la mujer cantaba Faccettañera.

En cuanto al  ESPACIO EXTERIOR  son las calles, plazas y avenidas  de Roma las que conforman el decorado urbano por el que se pasean Adriana y su madre, ambiente en el que se perciben las ganas de vivir, reflejadas en la feria, ruidosa y multicolor que contemplan ambas mujeres;  convive  con un ESPACIO INTERIOR  pobre, lúgubre y cerrado, de habitaciones a veces sórdidas,  que lo convierten en  verdaderamente significativo y que es una de las razones por las que esta novela se  encuadra en el movimiento neorrealista,  caracterizado por ubicar sus tramas en un ambiente urbano y por ser protagonizadas por los más humildes,  verdaderos sujetos pacientes de una difícil situación económica y moral. Destacaremos de entre los espacios interiores, las iglesias, lugares muy queridos para la protagonista por albergar a ricos y pobres sin hacer distingos y por encontrar en ellos la paz que necesita y el  consuelo espiritual y existencial. … Siempre me han gustado las iglesias, tan numerosas en Roma, abiertas a todos y lujosas para todos, en las que, entre mármoles, oros y preciosas decoraciones, el olor antiguo y humilde de la pobreza es a veces más fuerte que el aroma del incienso. Bien es verdad que si no llega a resolver sus conflictos espirituales,  se deleita con la contemplación del confesor dotado de  un gran atractivo y una  voz cautivadora.

Entre los diversos tipos de discurso,  además del  dominio de una prosa  ágil  y ligera, es quizá la DESCRIPCIÓN,  el modo de expresión  con el que pinta verdaderos cuadros de costumbres y minuciosos retratos de gran detallismo … Sus hombros eran muy anchos, pero, una vez de pie, me pareció un enano, y la misma anchura de sus hombros contribuía a hacerlo más bajo de lo que era en realidad. Su cabello era abundante y blanco, limpio como la plata, en corte de cepillo sobre la cabeza, quizá para parecer más alto. El rostro era rojo y lleno de salud, de rasgos regulares y nobles como los de una estatua: una bella frente serena, unos ojos grandes y negros, una nariz recta y una boca bien dibujada. Pero una expresión antipática de vanidad, de suficiencia y de falsa benevolencia, hacía aquel rostro, a primera vista atractivo y majestuoso, decididamente repulsivo. Hay que destacar así mismo, los DIÁLOGOS , escuetos, fríos, casi siempre unidireccionales, que  acaban convirtiéndose en monólogos.    El autor es un maestro de los silencios.  No hay comunicación posible entre emisor (Adriana) y receptor (cliente), al no compartir un código ni  un contexto, tan sólo  una situación, en la que los intereses de cada uno suelen ser divergentes. Los espacios y los diálogos evocan  el teatro dentro de la novela.

El movimiento neorrealista al que hemos hecho mención, sirvió de cauce a   autores como Elio Vittorini, Cesare Pavese,  Italo Calvino, Primo Levi y tantos otros, para dotar    a la literatura de una función social. A través de sus obras, buscaron la  superación del pasado, de  la vieja angustia existencial apostando por  la confianza en el porvenir. El neorrealismo, hace referencia no sólo a la literatura sino primordialmente al cine, como testimonio de denuncia social; nació en Italia después  de la II Guerra Mundial, y las películas imprimían un realismo intenso,  con rodajes naturales y con actores no profesionales. La primera película en mostrar la nueva estética neorrealista fue «Roma, cità aperta»,  del productor italiano Roberto Rossellini. No es de extrañar que los directores encontraran en las novelas de Moravia una veta inagotable para un cine que buscaba retratar el ambiente social de la postguerra. La Romana, tuvo una versión cinematográfica,  dirigida en 1954 por Luigi Zampa, y  protagonizada por Gina Lollobrigida, Daniel Gélin, Franco Fabrizi, y Raymond Pellegrin. A pesar de que la adaptación a la pantalla,  no llega ni por asomo  a la calidad de la obra de Moravia,  merece   la pena asomarse  a ambas, al libro por ser un clásico y por las razones ya apuntadas y al film para conocer la estética cinematográfica neorrealista así como para contemplar la interpretación de una joven y bellísima Gina Lollobrigida.

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