Viaje a La Selva Negra y Alsacia

 

FECHAS: 24 de Mayo a 1 de  Junio de 2016

Crónica de nuestro  último viaje a La  Selva Negra y Alsacia; una naturaleza idílica y una riqueza artística imponderable.

El martes 24 de Mayo a las 6:35, volábamos   con Air Europa, rumbo a Frankfurt, a donde llegamos a las 9,55, tras un vuelo apacible. Una vez en el aeropuerto, fuimos a recoger los coches de alquiler. Ya en la carretera, nos dirigimos a Maguncia (Mainz), y dejamos los coches en el aparcamiento cercano a la plaza del mercado. La ciudad nos recibió con una fina lluvia que no restó belleza a la magnífica catedral románica que se descubre al entrar en la Plaza del Mercado; por ser fiel a su nombre, estaba salpicada de tenderetes y puestos que exhibían  los productos más variados, frutas y verduras fresquísimas, salchichas típicas de la zona, cerámicas, artesanía en madera  y flores, muchas flores y plantas que alegraban y embellecían el mercado. Otro elemento de gran belleza que nos sorprendió, fue, la Fuente del Mercado del siglo XVI (Marktbrunnen) de estilo renacentista, situada en un lateral de la plaza; fue  donada por Alberto de Maguncia  a la ciudad y hecha a mano en el taller del escultor local Hans Backoffen. El Marktbrunnen representa una de las primeras fuentes arquitectónicas formadas con adornos del renacimiento. Con la inscripción en la fuente representativa del mercado, Alberto honró al emperador Carlos V y su victoria en la batalla de Pavía sobre Francisco I de Francia, cuya captura también se menciona.

Pero la protagonista indiscutible fue sin  duda,  La Catedral; al entrar a la plaza y descubrirla, sentimos cómo se erguía sobre nuestras cabezas con su color de arenisca roja, deslumbrándonos con su majestuosidad. Es por ello uno de los más destacados ejemplos de arquitectura románica existentes en el mundo y una de las llamadas catedrales imperiales (Kaiserdome) de la región alemana de Renania-Palatinado,  junto con las cercanas catedrales románicas de Espira y Worms. Y la explicación a tanta majestuosidad hay que buscarla en la historia.  Desde que Otón I el Grande (912-973), emperador y fundador del Sacro Imperio Romano se impone al poder de Roma, los emperadores otónidos se convierten en los verdaderos «jefes de la cristiandad»,  por lo que  es el emperador y no el Papa el representante de Dios en la tierra. Esto explica que, los edificios de la época, tuvieran que reflejar tan inmenso poder y se emprendieran  obras de majestuosa monumentalidad.

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La catedral fue comenzada en 975 por Willigis durante el reinado del emperador Otón II e inaugurada durante el reinado de su sucesor Enrique II. Es de  estilo románico que es el que predomina en la construcción pero también  hay elementos góticos y barrocos añadidos a lo largo del tiempo, así como múltiples  remodelaciones, debidas a fuegos, guerras y  nuevos  gustos  arquitectónicos.

La antigua catedral otoniana de Maguncia fue  reconstruida tras un incendio sufrido en 1081 aprovechando partes antiguas. Las obras de reconstrucción se debieron desarrollar en las cuatro primeras décadas del siglo XII. En pleno siglo XIII se añadió el cuerpo occidental compuesto por un gran transepto, una cabecera triconque (tres lóbulos) y una torre con partes de diferentes siglos posteriores (gótico y barroco).

La arquitectura románico-otónida heredera de la carolingia,  se caracteriza en Alemania por la altura de las naves, que unido al numeroso repertorio de torres prismáticas o cilíndricas (dos en la fachada, dos flanqueando el ábside más la linterna o cimborrio octogonal) generan una acusadísima impresión de verticalidad, alejada radicalmente del tópico de la horizontalidad románica. Las portadas no adquieren importancia y los capiteles suelen ser cúbicos sin esculturas. Un elemento distintivo y característico de esta catedral es la galería de columnas que bordea todo el perímetro edificio, justo debajo de la línea del tejado. En la parte del ábside de San Esteban (este), las torrecillas redondas son las más antiguas y  en la parte oeste las torrecillas son octogonales del siglo XI; entre ellas se alza una linterna románica.

El interior de la Catedral  de  San Esteban y San Martín,  tiene cinco naves y doble cabecera que impresionan al entrar, tanto por la altura de la nave central que supera ampliamente los 100 metros de longitud como  por sus voluminosas columnas interiores cuadradas, la sillerías del presbiterio de estilo rococó y  las  pinturas de sus paredes  realizadas por Philipp Veit,  en el s. XIX.  Muy llamativos también, los monumentos funerarios esculpidos en los pilares, casi todos góticos.

Al salir de la visita a la catedral seguía lloviendo y dimos  una vuelta para buscar  dónde comer; dejamos  de lado los puestos de salchichas que nos rodeaban y que estaban echando el cierre para descubrir al lado de la catedral, el Museo Gutemberg, edificio palaciego que ofrece a los visitantes una  cafetería muy moderna, recoleta y bastante pequeña pero que  nos acogió a todos. Su acristalamiento, permitía ver el patio central que antecede a la entrada del propio museo. Comimos una pizza muy finita al estilo alemán y una jarra de cerveza alemana; yo pedí una Radler para la que utilizan también la palabra francesa  panach. Al terminar  iniciamos la visita a este famoso e interesante museo.

El museo  Gutenberg se inauguró en 1900 con motivo de los 500 años del nacimiento de Johannes Gensfleisch -este era su verdadero apellido-, para dar a conocer al mundo sus novedosas técnicas tipográficas, vigentes hasta bien entrado el siglo XX. Una vez reunidos todos en el vestíbulo, leí lo que  había preparado sobre la escritura y sus avatares a lo largo de los siglos, información que nos sirvió de referencia, cuando vimos las maravillosas máquinas que utilizó y la famosa Biblia de 42 líneas, con nuestros propios ojos.

IMG_1818 Maguncia. Museo de Gutenberg h

El museo resultó interesantísimo y por ello le dedicamos más tiempo del programado; abandonamos Maguncia y nos dirigimos a Spira (Speyer) para ver otra  de las catedrales imperiales,  considerada como  el mayor templo románico conservado de la Cristiandad .

La iglesia catedralicia de Santa María y San Estéfano,  de Spira se levantó, allá por el año 1030. Fue el emperador sálico Conrado II quien inició su construcción y en  1061 fue inaugurada. Tiene planta de cruz latina y la imponente bóveda de cañón culmina el trazado de la planta de tres naves que tendría una  gran influencia sobre la evolución de la arquitectura románica de los siglos XI y XII. Su nave  principal y el transepto,  con cuatro torres dispuestas simétricamente, constituyó todo un ejemplo para la construcción de otros muchos templos importantes.

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Uno de los lugares emblemáticos  de la catedral es su cripta, que ha permanecido inalterable hasta nuestros días; la sala de columnas románicas es la mayor de Europa  y alberga los panteones de los soberanos salios y de sus esposas, de los gibelinos y de los Habsburgo.

A la salida y frente a la portada principal nos sorprendió la inmensa fuente de piedra con una capacidad para 1560 litros que cada nuevo obispo ordenaba llenar con vino para regocijo del pueblo.

Después de  rodear la catedral y ver todos los detalles de la construcción, decidimos cenar en Speyer,  en un restaurante en la calle principal que nos ofreció un codillo buenísimo, como jamás habíamos comido.

Tras la cena retomamos la carretera para dirigirnos, a Baden-Baden. Una vez en el  hotel Merkur y con muchísimas ganas de descansar por el largo día, el recepcionista del hotel nos llevó a un  apartamentito con decoración a lo “Cuéntame”, que nos tocó abandonar al día siguiente para ocupar otro apartamento, éste sí, moderno y espacioso

Nuestro segundo día en Baden-Baden fue bastante tranquilo, visitamos el casino donde vimos una maqueta de Liu  Jianhua realizada con fichas multicolores de la sala de juego, paseamos por la avenida de Lichtental en cuya entrada está el teatro, considerado como uno de los más hermosos de Alemania; recorrimos,  las elegantes tiendas de las mejores marcas y paseamos por el precioso parque en la ribera del río,  disfrutando del  verde frescor de sus  jardines,  llenos de rododendros de los más variados colores, de agua que se deslizaba por un cauce empedrado, de casa señoriales un tanto decadentes, unidas al paseo por coquetos puentes blancos; éstos destacaban entre el rojo de los arbustos  y el verde de las plantas, dando un toque oriental y a la vez cosmopolita  al paseo.

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Al final del mismo, descubrimos un lugar  recogido al que se accedía por un arco de piedra, en el que se alzaba la Abadía Cisterciense Lichtental, monasterio más antiguo de la región. Visitamos su sencilla y austera iglesia  de la que destacamos  sus vidrieras y un bello fresco de 1330. El conjunto se completaba con  otros edificios, como la capilla principesca, fundada en 1288,  que sirvió primero como cámara sepulcral y posteriormente como monumento dinástico, el  hospital y el gran almacén, hoy en día restaurado y que funciona como albergue y cafetería. Allí degustamos té, café y las cervezas de rigor, sentados en una silenciosa terrraza.

Por la tarde nos dirigimos al Palacio Favorite   en Rastatt . Es una maison de plaisance barroca y pabellón de caza,  situada en una colina, al norte del palacio de Ludwigsburg. Fue construido según un diseño de Donato Giuseppe  Frisoni.

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 Cuando llegamos nos sorprendió la arquitectura de sus jardines y la variedad de árboles que lo componían; olmos, tejos, sequoias, encinas, ginkgo biloba, magnolios, fresnos  y otras muchas variedades que jalonaban el paseo  hasta llegar al palacio;  éste, se construyó por orden de la margrevina  (equivale a princesa o regente) Sybilla Augusta Saxe-Lauenbourg, como residencia  veraniega; Sybilla era Duquesa de Bohemia y casó  a los 15 años con Luis Guillermo, Margrave de Baden-Baden y comandante del ejército imperial. Tuvo 9 hijos de los que sólo cuatro sobrevivieron y enviudó a los 31 años,  pasando largas temporadas en el  palacio,  el cual decoró con parte de los tesoros de su enorme fortuna. Por todos los rincones se percibía su refinado gusto; disfrutamos viendo la decoración de sus habitaciones recoletas, de  sus techos pintados y de sus paredes revestidas  de cerámica,  de sus chimeneas de madera con  embocaduras semejante a  un secreter y de su amplia  cocina con un sin número de  utensilios y un cuadrante de alimentos listados; pero sobre todo disfrutamos de sus colecciones de porcelana; las había,  asiáticas y europeas y las muy conocidas porcelanas de Faenza y Meisen, barnizadas y pintadas de negro, según modelos chinos. Nos agradó mucho la visita, sobre todo porque supimos de la inteligencia de la Duquesa Sybilla Margrave, manifestada  tanto a la hora de  gestionar su patrimonio como a la de disfrutar de la vida cortesana.

Volvimos a Baden- Baden justo a tiempo de disfrutar del famoso Balneario de Friedrich..  Al entrar, escuchamos muy atentos las instrucciones de la señorita de la recepción la cual nos informó de que había que bañarse en traje de Adán y Eva;  nos relajamos con el masaje y seguimos el circuito, disfrutando de los caldarium, de las aguas, de la cúpula de 17,5 m. de altura y de la piscina de mármol de Carrara. Tras los baños, fuimos a cenar a la terraza de un restaurante. Y allí, al aire libre despedimos un día lleno de emociones.

El jueves 26 amaneció soleado y después de desayunar en el recoleto comedor del hotel Merkur, salimos de Baden-Baden hacia las crestas de la selva negra y nuestra primera parada fue el Lago Mummelsen.

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Allí realizamos una ruta circular bordeando el lago y disfrutamos del sol en las hamacas de madera puestas a tal efecto, de la sirenita, con la que nos hicimos fotos, del precioso paisaje  y de un paseo mañanero de lo más saludable. La mini ruta se cerraba en una tienda en la que se vendían todos los productos de la zona. Cada cual, se proveyó de lo necesario para seguir camino hacia las Cascadas de Allerheiligen.

Al llegar, y una vez aparcados los coches no sin dificultad, bajamos una senda que nos llevó a  Kloster Ruine, una  abadía del s XII, derruida y olvidada. Los perfiles recortados de sus piedras, sus arcos sin bóvedas que sustentan sus altos muros mantenidos en equilibrio, son una afrenta al paso del tiempo desde que se abandonara en el s. XIX.

 

 

De allí, y dejando de lado el único restaurante de la aldea, nos dirigimos a las cascadas. Como el desnivel era considerable, hubo que bajar muchas escaleras para poder contemplar en todo su esplendor, la caída del agua entre las piedras y el frondoso verdor.

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Proseguimos la  marcha por senderos que nos devolvieron al comienzo de la ruta pues era circular. De vuelta al camino nos detuvimos a comer en una localidad  llamada Lautenbach donde  no fue fácil encontrar restaurante pero al final nuestros pasos nos llevaron a una cafetería-pastelería que exhibía una colección de tartas, que nos obligaron a quedarnos. No había gran variedad de platos, pero sí ensaladas que cubrieron el expediente. Eso sí, las tartas subieron la nota al restaurante así como los licores que tomamos después de comer.

IMG_2139 Oberkirch h

Después de dar un paseo por el pueblo, volvimos a los coches y ya de vuelta a Baden-Baden, recorrimos parte de la ruta del vino, deteniéndonos en  Durbach. Éste es un pueblo-calle, cuyo encanto reside en el río limpísimo que corre parejo  a la carretera y en la decoración floral de los vecinos. Calles y casas están engalanadas de flores multicolores y los pequeños jardines particulares muestran una gran variedad de plantas que  dan al pueblo una fisonomía de cuento de Hansel y Gretel.

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Comprobamos, que uno de los medios de los que se sirven los habitantes de esta zona para ganar algún dinero extra, es  la venta de fresas, cultivo muy extendido por la región. Los hortelanos, las exponen en cajas en las puertas de sus casas y cada comprador se sirve  libremente, dejando el dinero en una caja accesoria. Nosotros hicimos lo propio y degustamos unas  fresas muy dulces que aliviaron bastante el calor del momento.

Nuevamente en camino, nos dirigimos  al castillo, también en ruinas, de Alt-Windeck.

IMG_2151a Castillo Alt-Windeck

Es una fortaleza derruida, con el encanto de lo abandonado; su torre, a la que subimos por unas empinadas escaleras, nos ofreció una vistas preciosas, una verdadera panorámica de su extenso y verde paisaje, tan extenso, que llegaba hasta la lejana cinta  plateada del Po. Una vez que llenamos nuestros ojos de naturaleza  bajamos a la terraza del restaurante situado al pie de la fortaleza y degustamos vinos de la zona.

El viernes tras desayunar y bajar las maletas, nos encaminamos hacia Friburgo pero por el camino nos detuvimos en lugares de gran interés y de una gran belleza. La primera parada fue en  Freudenstadt donde nos detuvimos para comprar comida; tuvimos la suerte de encontrar un mercado al aire libre, con puestos de comida de lo más variopinto. Había bocadillos de pescado, comida italiana, una gran variedad de aceitunas y una varada oferta de fruta… ¡fresas!, cómo no. Una vez pertrechados de víveres,  seguimos nuestra ruta y nos dirigimos hacia Alpirsbach.

Alpirsbach es conocida por su monasterio, fundado en el s XI y su origen  está íntimamente relacionado  con la “Querella de las investiduras“ y las reformas monásticas. Ya hemos hablado anteriormente  de la lucha entre el Emperador y el Papa que culminó en un conflicto sobre el derecho de investidura de obispos y abades. Cronológicamente,  en 1095 fue fundada la abadía benedictina, en 1099 se consagró la primera iglesia y de 1125 a 1133 se construyó la iglesia monacal románica, consagrada a San Nicolás. La iglesia tiene planta de cruz latina con tres naves y techo plano y refleja los principios constructivos de los monasterios benedictinos reformados de estilo cluniacense. El pórtico, de tres arcos, pertenece al s. XV  y sustituye una construcción anterior románica en forma de anteiglesia de dos plantas. Encima del pórtico se halla una tribuna, que se abre al espacio interior de la iglesia mediante dos arcos dobles.

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Lo que nos llamó la atención de la  iglesia fueron   sus proporciones monumentales. La nave central está flanqueada por 7 columnas con fustes de más de 4 m. de altura; también los frescos del siglo XIII que decoran el espacio inferior del ábside oriental. Tras visitar la iglesia paseamos por el claustro, reconstruído entre los años 1480-1494 en estilo gótico tardío. Destacaremos de él sus bóvedas reticuladas, sus columnas adosadas hasta el suelo,  las preciosas ventanas de tracería con arcos apuntados que en su tiempo estaban  acristaladas y las paredes originariamente pintadas de lo que apenas queda nada.

El conjunto monacal consta de un museo de dos plantas  y de la clausura, formada por tres edificios: el oriental donde se ubicaban los dormitorios, el meridional, donde estaba el refectorio y la cocina  y el occidental  que albergaba los almacenes  para alimentos.        Todos los edificios hablan de la importancia que tuvo esta abadía  y de los distintos momentos de auge y decadencia por los que pasó así como de las diversas remodelaciones que se llevaron a cabo a lo largo de los siglos.

 Seguimos nuestro camino tras esta interesante visita y nos detuvimos en una preciosa ciudad  llamada  Schiltach. Esta ciudad fue fundada en el siglo XI y es conocida  por su maravilloso casco histórico medieval excelentemente conservado; destacan  las  originales casas, construidas entre los siglos XVI y XIX,  por sus llamativos colores y sus entramados de madera así como la presencia constante de  plantas y flores que embellecen la ciudad y  jalonan los márgenes de los ríos  Schiltach y Kinzing, formando apacibles paseos y creando  ambientes idílicos.

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Dejamos nuestro coche en el margen del río cuyas aguas bajaban de color ocre y nos reunimos con el resto de amigos para comenzar un paseo por el pintoresco pueblo que se extendía colina arriba. La cuesta, costaba, pero iba descubriendo un paisaje de cuento, un valle con colinas salpicadas de casas y tejados muy juntos que presumían  calles estrechas.

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Al bajar, el camino serpenteaba los  jardines de las viviendas apiñadas y  nuestra presencia invadía de alguna manera la intimidad de las mismas. Una vez abajo nos sentamos en una terraza de la plaza principal o Markplatz, para saborear una rica cerveza. Encontramos un lugar donde comer, al lado del río, en un parque infantil, donde aprovechamos los bancos y los columpios para sentarnos y comer  los bocadillos que habíamos preparado. Como nuestro viaje debía continuar, nos pusimos en marcha hacia la siguiente etapa,  Triberg y sus cascadas.

Triberg es una ciudad volcada en el turismo por poseer una de las cascadas más altas de Alemania; lo primero que llama la atención al llegar a la ciudad es que está  repleta de tiendas que venden relojes de cuco y  ardillas de madera, no en vano en la entrada del parque se encuentra una gran ardilla tallada en madera. Nos dirigimos a sacar las entradas para hacer el circuito, que nos costaron  4 € por persona; en la ventanilla, vendían cacahuetes para dárselos a las ardillas que pueblan el bosque de coníferas y que son  las protagonistas del lugar. El agua del río Gutach, se precipita en siete escalones por encima de grandes bloques de granito, a través de una garganta que forma el bosque al norte de Triberg, con un salto de agua (el más grande de Alemania) de 163 metros.

IMG_2264A Triberg

Para ver esta maravilla, existen unas rutas preparadas, con caminos alternativos en función del tiempo que se quiera destinar al recorrido (entre 40 minutos y hora y media). Nosotros escogimos el de 40 minutos porque el día había sido largo y queríamos llegar a Friburgo. El paseo nos encantó a todos; la presencia del agua, su rumor y su frescor se impusieron  durante todo el recorrido y en los numerosos miradores pudimos contemplar  la belleza de las cascadas desde varias perspectivas. Una vez terminado el paseo  volvimos a los coches y pusimos destino a Friburgo, atravesando verdísimos valles y colinas moteadas por pequeñas casas en los que apenas destacaba la iglesia. Y en uno de esos valles Kolmenhof, nos detuvimos para ver el nacimiento del río Danubio (Danauquelle)

IMG_2337 Nacimiento del rio Danubio    IMG_2352 h

…y cenar muy bien en la terraza del único restaurante que había en aquel lugar.  El tiempo acompañó en todo momento y la noche fue cayendo mientras nos dirigíamos a Friburgo.

Llegamos a Friburgo  y nos alojamos en el hotel Novotel, mejor equipado en todos los aspectos que el Merkur de Baden-Baden y muy céntrico.  A la mañana siguiente, el primer monumento que visitamos fue la Catedral de San Nicolás.

IMG_2393 Catedral de Friburgo de Bisgovia (Freiburg im Breisgau) h - copia.jpg

Solo la fachada nos deslumbró con su espléndida  y espigada torre, perteneciente a la segunda etapa de construcción del templo, es decir, al gótico.  Es impresionante su tamaño;  es la más alta de la ciudad, con sus 116 metros. De la primitiva iglesia románica, iniciada hacia el año 1200, sólo quedan los brazos del crucero, flanqueados por las «torres de los gallos», de planta octogonal y coronadas por agujas góticas. El edificio se fue ampliando por poniente, reflejando claramente sus diferentes fases constructivas dentro del gótico.

En 1354 se empezó a levantar el nuevo presbiterio en el que destaca su altar mayor. Su  consagración  no llegaría hasta el 1513. En el luminoso presbiterio pudimos admirar el riquísimo crucifijo del s. XIII, que no muestra un Cristo sufriente sino a Jesucristo triunfante sobre la muerte; en la imagen se muestran las heridas embellecidas con piedras preciosas; es  la obra de arte más antigua de la catedral así como  el retablo del siglo XVI. Muy interesantes  los órganos, uno de ellos considerado el más grande de Alemania y uno de los más grandes del mundo y su famoso reloj. Su nave central se caracteriza por su amplitud, por su deambulatorio y por sus soberbias bóvedas  reticuladas típicas del gótico tardío germánico.

De una gran belleza es el  Vestíbulo y el Tímpano de la portada oeste,  poblados de esculturas de finales del siglo XIII, que representan a Satanás y a diversos personaje bíblicos. En el interior, la nave principal también está embellecida con una interesante estatuaria.

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El campanario, de planta cuadrada, adquiere forma de una pirámide octogonal que se levanta hasta los 116 metros. La torre se abre en diferentes niveles de ventanas y está coronada por una delicada aguja.

Y no nos podemos olvidar de las maravillosas vidrieras de la Catedral. Son importantes porque son las originales que se pusieron en el Medievo y porque aportan una gran luminosidad y calidez al interior y sobre todo porque son uno de los mejores ejemplos de pintura sobre vidrio de la época románica. La catedral de Freiburg es una de las pocas iglesias alemanas todavía en posesión de gran parte del patrimonio original de vitrales medievales. Las ventanas fueron financiadas entre los siglos XIII y XVI por los socios de los gremios de la ciudad de artesanía y mineros de la Selva Negra, la Universidad y la dinastía imperial de los Habsburgo. Las vidrieras de la catedral más antiguas se encuentran en las tres ventanas,  situadas en la parte sur del crucero; son las vidrieras de colores, que consiste en grupos de medallones circulares  fechados entre 1212 y 1220 y que representan la genealogía de Cristo.

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Una vez terminada la visita, subimos a la torre, desde donde se contempla una vista panorámica de la ciudad. Una vez abajo, después de luchar cuerpo a cuerpo con la muchedumbre  que quería subir por el estrecho espacio de las escaleras  mientras nosotros bajábamos, nos fuimos  a dar un paseo por la ciudad.

En la misma plaza nos fijamos en un imponente edificio rojo,  el Gran Almacén Histórico (Historisches Kaufhaus) que se destaca de todos los demás.  Se construyó en 1520-1532 para la gestionar las transacciones comerciales, la importación y exportación de la ciudad, como almacén aduanero y administración del mercado. La planta baja que da a la Plaza de la Catedral tiene cuatro arcos y en la planta superior, en la fachada, se pueden ver los escudos heráldicos de Maximiliano I, Carlos V, Fernando I y Felipe el Hermoso. Dos torres góticas flanquean los extremos del edificio.

Seguimos nuestro paseo por la Casa de Erasmo (Haus zum Walfisch), que estaba al lado de un edificio precioso que fue Banco,  los dos ayuntamientos, el nuevo y el viejo, pasando por el antiguo Convento de los franciscanos hasta llegar al Convento de las Ursulinas y de ahí, a la antigua Universidad con las estatuas de Homero y Aristóteles. Llegamos a la nueva Biblioteca, no sin peligro, por la cantidad de bicis que circulaban y por la velocidad con la que lo hacían.

Nos acercamos a  Martinstor, la preciosa puerta de  entrada a la ciudad, desde donde se ve el mercado cubierto y donde además hay una de las mejores pastelerías de la ciudad; seguimos hacia la Plaza de los  Agustinos (Agustinerplatz) con la intención de tomar una cerveza en una de las cervecerías más conocidas con elaboración propia pero fue imposible pues su  terraza estaba llena  hasta los topes. Ya en la zona de  los canales (Fischgasse), llena de restaurantes y  terrazas, encontramos de pura casualidad, mesa para todos  en la Insel, la islita cercana a la plaza de los Agustinos y la Schwabentor, entre el canal y las casas góticas.  Tardaron mucho en servirnos y mientras nos traían la comida nos refrescamos con la cerveza Martin´s Brau, hecha en Friburgo;  se estaba tan bien en aquel rincón, al lado del canal,  debajo de los árboles, que la espera se hizo más soportable.

IMG_2604 Vamos a dar un paseo para ver si mas tarde se puede comer aqui h - copia

Después de comer nos dirigimos de nuevo al hotel, paseando tranquilamente  por  calles llenas de glicinias y  casas pintadas de colores. Llegamos al aparcamiento del hotel, cogimos los coches y nos encaminamos al  Lago Titisee.

IMG_2682 Lago Titisee h

Una vez en el lago, hicimos una pequeña caminata alrededor del mismo; algunos dieron la vuelta completa y otros nos volvimos por el mismo camino y nos detuvimos en la cafetería del camping, ubicado en la ribera del lago, a tomarnos una cerveza. Ya todos reunidos, charlamos un rato, vimos caer la tarde  y decidimos volver; Friburgo de noche tiene mucho atractivo por lo que salimos a dar una vuelta por la ciudad.

Al día siguiente, 29 de Mayo, era domingo y teníamos previsto conocer la Alta Selva Negra; temprano y con un día nuboso, nos pusimos en marcha, en dirección a Schauinsland. El paisaje hasta llegar  a este monte es de tal belleza que apenas hay palabras que la puedan describir; verdes prados, verdes colinas, vacas salpicando el paisaje, flores moteando los campos, casas perdidas entre los árboles, en fin, un gozo para la mirada. Subimos 1284 m. de altitud y desde allí arriba se tenía una buena vista de los alrededores, la llanura del Rin, y también hasta los Vosgos; cayó la niebla y nos privó de tan extenso paisaje. Más tarde la niebla nos dio una tregua y pudimos dar un paseo por el monte disfrutando de  las flores, las hayas, y los troncos, tallados con formas diversas en los que nos hicimos fotos jugando con las esculturas, dentro de ellas, encima, rodeándolas, todo valía para pasar un rato agradable. El paseo era circular por lo que volvimos a la cima.

IMG_2752 Paseo desde Bergstation a Schauinsland. 1284 m altura h - copia

En este monte durante más de siete siglos se extrajeron  plata, plomo y zinc. Con aproximadamente 100 km de longitud, distribuidos en 22 plantas, este complejo de minas es el más grande de los dos lados del Rin, es decir de la Selva Negra y los Vosgos. Está ubicado al sur de Friburgo y es el monte emblemático de esta ciudad.

IMG_2798A Belchen

Allí, muy cerca del inicio de la ruta, está el edificio del funicular que nos subiría al monte Belchen; el billete nos costó 6,60 € y nos subió en cinco  minutos hasta una altura de 1365 metro, justo en el restaurante llamado Belchenhaus. Con una altura de 1414 metros, es la tercera montaña más alta de la Selva Negra, después del Feldberg y el Herzogenhorn. Aunque dicen que las vistas desde el Belchen son las más bonitas, no pudimos comprobarlo pues la niebla, que antes amenazaba, cayó con todo su rigor y no pudimos ver nada. Así que nuevamente en los coches, nos dirigimos hacia Todtnau.

Todtnau está situada en el corazón del Parque Regional de la Selva Negra Sur, entre las montañas del Feldberg y Belchen en el Alto Valle del Wiese. Debido a su localización entre estas altas montañas, la zona  ofrece lugares para senderismo, rutas en bicicleta, subidas en  telesilla a lo alto de la montaña, con impresionantes vistas de la Selva Negra y una actividad, al parecer muy divertida que consiste en subir en el Hasenhorn Coasterbahn, una especie de cochecito que va por raíles y que baja la montaña por un circuito en el que alcanzas los 40 km/h, controlando tú el freno y el acelerador. Nuestro fin era conocer las famosas cascadas naturales, de 97 metros de altura, por lo que comenzamos la ruta, después de comer en el Restaurante  familiar Sonne, situado en el centro del pueblo, enfrente de la Catedral. Como seguía lloviendo y las rodillas se resentían, unos cuantos nos quedamos en el camino, en una especie de refugio, sentados, charlando alrededor de una mesa  de madera y otros subieron hasta las cascadas y nos trajeron   documentos fotográficos.

IMG_2865 Cascada de Todtnau h

La lluvia fina no dejó de caer en toda la tarde y la temperatura cargada de humedad era bastante fresquita, pero eso no impidió, que, una vez acabada la ruta, nos sentásemos en la terraza del Eisdiele Bistro Café y nos tomáramos unas enormes copas de helado…..para entrar en calor. Endulzados, nos dirigimos a los coches para volver a Friburgo y apurar  nuestra última noche en la ciudad. Y fue en el hotel donde un compañero del grupo nos habló de Los Nibelungos, famoso Cantar de Gesta compuesto alrededor del 1200 en el que se cuenta la historia del príncipe Sigfrido, famoso por su fuerza, vencedor de los nibelungos -a quienes arrebato su tesoro y la capa mágica que hace invisible a su portador-, hijo de los reyes de Xanten, en el bajo Rhin, el cual había  oído hablar de la hermosa Crimilda, de la corte de Worms, en Borgoña, altiva doncella desdeñosa del amor y hermana del rey Gunther. Anhelando hacerla su esposa, Sigfrido llega a Worms y durante su estancia se enamora de Crimilda y la pide al rey Gunther. Este accede, pero solicita a cambio su alianza para vencer y conquistar a la guerrera Brunilda, la bella reina del norte (Islandia), que  posee la fuerza de doce hombres y que somete a sus pretendientes a diversas pruebas de fuerza y valor con la promesa de casarse con el ganador. Sigfrido, valiéndose de su destreza y de su capa mágica, ayuda a Gunther y juntos derrotan a la virgen del norte, quien se ve obligada a casarse con el rey borgoñón, persuadida de haber sido vencida en buena ley.

El lunes 30, salimos de Friburgo, dejando Alemania para entrar en Francia y dirigirnos a COLMAR. Esta ciudad está situada en el departamento del Alto Rin, en la región de Alsacia.  El centro de la ciudad antigua, está muy bien conservada, con calles pintorescas, estrechas,  y casas llenas de color, de tiempo,  de encanto y  edificios importantes  como la Maison Pfister de 1537 la Casa de las Cabezas de estilo gótico alemán, así como antiguas iglesias, entre las cuales La Colegiata de San Martín (del siglo XIII) es la mayor y más notable. Esta  iglesia fue levantada en el siglo XII en estilo románico y se reconvirtió en el edificio gótico actual cuyo transepto fue terminado en 1260. La obra siguió por la nave y la fachada oeste. En 1360 el ábside románico fue sustituido por un coro gótico, con su deambulatorio y sus capillas. La fachada fue construida con sillares de piedra de arenisca de color ocre y roja. Destaca los enormes contrafuertes algunos están aligerados con arcos abiertos. Las puertas exteriores tienen tímpanos tallados, en el especial el portal sur llamado de San Nicolás donde se representa La Caridad de San Nicolás y encima la temática es ‹‹el Juicio Final›› se ve en las expresiones de las imágenes la influencia románica. El pórtico principal se compone de un tímpano dobles donde se representa: Adoración de los magos y Cristo en el Juicio Final. La fachada norte es también muy austera, culmina con una torre inacabada. La cubierta es de tejas al estilo alsaciano, es una teja de cerámica vidriada donde predominan los colores: verde y ocre, según los pigmentos utilizados durante la cocción.

El interior, la planta se divide en tres naves, la central desemboca en un ábside pentagonal, las columnas con arcos apuntados góticos sujetan una bóveda gótica de crucería. En las capillas laterales hay numerosas obras de arte  de los siglos XIV al XVI. Las vidrieras son del siglo XIII con vivos colores que representan escenas de la Biblia: la ascensión de Elías, la última cena, la vida de Abrahán e Isaac.

Nuestra primera visita fue al Museo Unterlinden ubicado  en el antiguo convento de la orden dominicana de «Unterlinden» (que significa «bajo los tilos), situado en el centro de Colmar, abierto en 1853 y ampliado por los  Arquitectos Herzog & de Meuron, en 20015.

Creo que hablo por todos si digo  que nos gustó mucho el museo, por lo diverso de sus piezas y  por la calidad de sus cuadros, entre los que se cuenta  el tesoro más destacado que alberga, el famoso Retablo de Isemheim de Matthias Grünewald,  pintado en nueve paneles; mide cerrado 2,69 m. de alto y 3,07 m. de ancho con pintura de temple y óleo sobre una tabla de madera de tilo; abierto llega a tener 7,7 y 5,90 metros , tiene una parte esculpida obra de Nicolás de Haguenau,  pintor local como Schongauer .

IMG_2911 Matthias Grünewald - Altar de Isenheim- Museo Unterlinden, Colmar. Primera-vista h

Las colecciones que alberga el museo, comprenden obras de renombre en todo el mundo desde la Edad Media y el Renacimiento, así como diseños, dibujos y estampados para la producción de textiles, fotografías, pinturas, esculturas, piezas de loza y objetos etnográficos de los siglos XIX y XX. Cuadros, esculturas, pequeños altares y artefactos del siglo XI al XVI están en exhibición en la planta baja y claustro vecinos. El piso de abajo presenta las colecciones arqueológicas.

Cerca del museo, está la imponente Iglesia de los Dominicos,  del siglo XIV,  parte del convento dominico donde se puede  contemplar la que se considera la obra maestra de Martin Schongauer , el famoso retablo de La Virgen de las rosas, del siglo XV.

Paseando por la ciudad nos detuvimos en un pequeño patio en cuyo centro se alzaba un grupo escultórico compuesto por  cuatro estatuas alegóricas de la Orfebrería, el Estudio, el Grabado y la Pintura. Daba acceso a La casa-museo del creador de la Estatua de la Libertad,  Frédéric Auguste Bartholdi, que nació  en Colmar en 1834,  y esculpió la famosa estatua ubicada en la ciudad de Nueva York. Colmar  rinde homenaje a este artista mediante una réplica de esta obra, situada en una rotonda a la entrada de la ciudad.

Comimos en el barrio de La Pequeña Venecia que se encuentra  en la zona de los canales,  en una terraza al aire libre, soportando  un vientecillo fresco que  no nos dejó disfrutar mucho del momento; pero pronto entramos en calor, no por las pizzas que nos comimos sino por un estupendo queso y un pan riquísimo, que completó la exigua carta del restaurante. Terminamos con chocolates para  todos los gustos  y   nos encaminamos hacia los coches, no sin antes contemplar de nuevo el canal con los cisnes deslizándose por el agua; la ciudad tiene un encanto especial con  sus puentes cuajados de flores, sus casas que parecen de chocolate,  sus calles  empedradas y recoletas, el rumor del agua; todas ellas  sensaciones y vivencias que  quedarán en nuestra retina pues son el referente  de aquellas imágenes que veíamos en los cuentos infantiles y  acompañaron nuestra niñez.

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Colmar es una ciudad reconocida por sus vinos. Una vez por año, en el mes de agosto alberga la Feria de los vinos ya que  está incluida en la Ruta del Vino de Alsacia por ser considerada la “Capital” de la región en cuanto a esta bebida se refiere. El río Lauch , que baña sus orillas y sus días soleados  (es la segunda ciudad más seca de Francia), favorecen la calidad de sus caldos. Dejamos esta preciosa ciudad  y en el camino a  Strasburgo, nos detuvimos en otra pequeña joya, la ciudad de Riquewihr, a tan sólo 15 kilómetros de Colmar.

Riquewihr es considerado junto con Colmar, uno de los  pueblos más bonitos de Alsacia,  por sus  típicas casas alsacianas, con su entramado de madera, sus llamativos colores y sobre todo sus viñedos; es por ello,  una de las ciudades más importantes de la ruta de los Vinos de Alsacia. Tiene además una zona medieval con fortificaciones de los siglos XIII y XIV, rodeada de murallas que han sobrevivido a numerosos ataques y se mantienen en muy buen estado.

Antes de entrar en la antigua ciudad amurallada podemos ver una fuente sobre el río Sambach y al fondo los viñedos que nos han acompañado durante todo el camino hasta llegar aquí. Al centro histórico se  accede bajo el pórtico del Ayuntamiento, arco que constituye la puerta inferior de entrada al antiguo recinto amurallado y que nos mete de lleno en la arteria principal de la villa. El Ayuntamiento tiene estilo neoclásico, construido en piedra de arenisca roja mezclado con revoco amarillo. Dimos un tranquilo paseo por esta calle observando las hermosas casas, los callejones, las numerosas tiendas  textiles y aquellas relacionadas con el vino. Subiendo por esta calle nos encontramos con la Torre Dolder, torre de vigilancia de 25 metros construida durante la fortificación de la ciudad que se realizó en el siglo XIII.

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Tiene además un reloj y una campana. La torre tiene dos caras: la fachada exterior, que muestra un aspecto serio, amenazante y bélico, y la fachada interior  que tiene un aspecto agradable y alineado con las casas de entramado de madera y llenas de flores que predominan en toda la villa. La  Puerta Alta, del siglo XIII, está  construida con sillares de piedra de la que además cuelga un puente levadizo. Al salir del recinto amurallado llegamos a la antigua Judería, que era el lugar en el que antiguamente se elaboraban los vinos y donde aún encontramos hoy día una prensadora de madera ya en desuso.
Al lado de la Torre Dolder aparece la Fuente Sinne que se utilizaba antiguamente para el lavado de barricas y otros recipientes de vino. Está coronada por un león. Importante edificio es también la Torre de los Ladrones, (Tour des Voleurs), del siglo XIII y reconstruida en el siglo XV, con una altura de 18 metros que se convirtió  en la cárcel de la ciudad. No estuvimos mucho tiempo en la villa porque aún nos quedaba otra parada antes de llegar a Strasburgo pero sí  pudimos disfrutar de esta ciudad, rodeada de viñedos, que tiene el encanto de las ciudades pequeñas  y amuralladas.

Siguiendo nuestro viaje por los verdes campos Alsacianos llegamos a Obernai, ciudad, que después de haber visto las dos ciudades  descritas anteriormente, nos sorprendió algo menos, tan acostumbrados como estábamos  a la belleza alsaciana. Paseamos por sus calles y decidimos  ir a Strasburgo a cenar.

A través de un verde y relajante paisaje, llegamos al hotel  Mercure de Strasburgo. Una vez dejadas las  maletas en las habitaciones, nos lanzamos a la calle para encontrar un restaurante donde cenar. Al final encontramos uno donde   probamos el vino de la zona, al que por estar en Alsacia, nos mantuvimos fieles. Después dimos una vuelta nocturna por la ciudad iluminada y al doblar una esquina, desde la rue Mercière, desembocamos en la plaza y descubrimos la Catedral de Notre-Dame, con su única y altísima torre (142 m.) y su  fachada de estilo gótico  flamígero, ricamente ornamentada;  nos deslumbró el trabajo de los tímpanos de sus tres portales, por la belleza y el abigarramiento de sus grupos escultóricos  inspirados en hechos de la vida de Cristo, matizados  por la iluminación en la noche oscura.

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El rosetón no dejó a nadie indiferente no sólo por su belleza sino por sus dimensiones (15 metros de diámetro) que le convierten en uno de los más grandes de Europa; es  obra de Erwin de Steinbach,  y es único en su género, ya que los motivos decorativos se inspiran en espigas de trigo en vez de las tradicionales imágenes religiosas.

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En la parte inferior del rosetón destaca el rico grupo escultórico llamado «galería de los apóstoles».

A la mañana siguiente  volvimos a la catedral, para contemplarla a la luz del día y ver su interior. La catedral de Notre-Dame de Estrasburgo, es Patrimonio de la Humanidad desde  1988 y está consagrada al culto católico de la Virgen María, restablecido desde finales del siglo XVII, tras el periodo de culto protestante, iniciado en el siglo XVI. Fue construida a lo largo de cuatro siglos, entre el 1015 y el 1439, y es considerada un ejemplo destacado de la arquitectura del arte gótico tardío. En cada extremo del transepto, en orientación norte y sur, se encuentran los dos portales laterales de la catedral de Notre-Dame. El portal norte recibe el nombre de San Lorenzo por encontrarse decorado con una imagen del martirio del santo sobre una parrilla rectangular, es de estilo gótico tardío por influencia de los maestros provenientes del Sacro Imperio que participaron en su construcción, posterior a la del frontispicio. En el lado sur, el portal llamado del «Juicio» es el más antiguo de los dos laterales, como manifiesta por su estilo románico y está decorado por tres imágenes que representan a la Iglesia, coronada y que sostiene una cruz y un cáliz, la Sinagoga, con los ojos vendados, y al rey Salomón de Israel, que elevando dos pequeñas figuras, evoca el célebre veredicto.

De su interior destacaremos, en la ancha nave central, el bellísimo órgano y el púlpito de la catedral,  ricamente ornamentado éste, al gusto del estilo gótico flamboyant, en el que una cincuentena de figuras representan  escenas de los apóstoles evangelistas, la crucifixión y de la vida de santa Bárbara.

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A un lado del transepto se encuentra la «columna de los ángeles» o «columna del Juicio»  con que se remató la ampliación del Transeptum en el s. XIII. Es una obra única, en un estilo inspirado en las catedrales de Sens y Chartres. Estaba junto a un reloj astronómico  del s. XVI, que aunque interesante en sí mismo, no aporta mucho a la catedral pero es un reclamo para el turismo aunque no cubra las expectativas. Más interesante es el  otro extremo del transepto embellecido con un conjunto escultórico que representa a Jesús en el Monte de los Olivos. Un trabajo impresionante que incluye decenas de personajes y Cristo crucificado dominando la escena. Y no nos podemos olvidar de los vitrales, de su policromía y sus artísticas composiciones. Finalizada la visita subimos a la torre, desde donde contemplamos vistas inmejorables de la ciudad; allí nos hicimos fotos a pesar del aire que hacía y disfrutamos de cerca de los detalles más exquisitos del arte gótico y de una maqueta  de la ciudad.

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Una vez todos reunidos nos dirigimos a unos de los barrios más famosos  y típicos de Estrasburgo, el llamado La petite france, utilizando esta vez, otro medio de transporte, un barco turístico (Batorama); en su recorrido, nos mostró el centro histórico navegando por sus famosos canales, que si en otro tiempo fueron vías comerciales, hoy han perdido esa función  y son un reclamo turístico; se puede hacer un recorrido y subir por las exclusas que conectan las diferentes alturas de los canales. Estas esclusas sirven para salvar los diferentes niveles que tienen los canales. El barco se mete dentro, se cierra una puerta, se abre la del otro lado, el agua entra y así sube de nivel y puede circular por la otra altura.

Ya fuera del barco, paseamos tranquilamente por La petite France, uno de los barrios más turísticos de la ciudad . ¿Y cuál es el origen de este nombre?. Hay que acudir de nuevo a las fuentes para contestar a esta pregunta y  recordar que Estrasburgo es  francesa de corazón desde 1944, pero alemana  de historia  pues, no en vano, perteneció durante ocho siglos al Sacro Imperio Romano Germánico, antes de caer en manos de Luis XIV tras la Guerra de los Treinta Años. Capituló frente al imperio alemán en la Guerra Franco-Prusiana (1870) y fue devuelto a Francia como compensación a los desastres ocasionados por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial; sin  duda Estrasburgo es históricamente más alemana que francesa. Este barrio fue construido a finales del siglo XV para dar cabida a los enfermos en los hospitales que allí se  edificaron,  con el fin de curarlos de la peste o de sífilis o de cualquier enfermedad venérea, llamadas éstas  comúnmente el  «mal francés” de ahí que deba su nombre  al país de donde pensaban los estrasburgueses que venían todas las enfermedades. Con el tiempo este  lugar se fue convirtiendo en el barrio de los curtidores de cuero, pero el nombre ya se mantuvo y hoy en día, totalmente reconstruido,  es el centro turístico de la ciudad y un precioso barrio de casas alsacianas, bonitos restaurantes, tiendas con encanto, talleres textiles, calles para  perderse y canales para ser recorridos en barco y gozar de un paisaje urbano de ensueño.

Y recorriendo  esas calles encontramos un restaurante muy agradable en la place d´Austerlitz, el Café Bâle, con una mesa de madera muy larga que nos dio cabida a todos. Después en la sobremesa, salimos a la terraza a tomar el café y allí, otro componente del grupo, nos habló de los conflictos de Alsacia, tema sobre el que aportó puntos de vista muy interesantes.

Por la tarde dedicamos nuestro tiempo a disfrutar de la ciudad, de sus concurridas terrazas, de sus tiendas y del buen clima que nos acompañó durante toda la jornada. Una vez  terminadas las compras, nos reunimos con el resto del grupo, que se habían quedado en una terraza disfrutando del buen tiempo y nos dirigimos de nuevo a ver la catedral. La fachada en claros oscuros de la noche anterior,  se convirtió en dorado, al quedar teñida  por los rayos del  sol del atardecer. Caída ya la tarde buscamos restaurante y encontramos uno en el que degustamos unos platos, servidos de modo muy original y unos vinos que no acabaron de satisfacer  las expectativas. Con esta cena nos despedimos de esta preciosa ciudad

Al día siguiente desayunamos con sol y con vistas, pues si bien el hotel era bastante normalito, el restaurante estaba en la última planta y desde su terraza, se veían tejados,  torres y agujas. Partimos hacia Frankfurt desde donde cogeríamos el avión de vuelta a Madrid, pero aún nos quedaba una última visita, Heidelberg.

Heidelberg es una pequeña ciudad en el Estado de Baden-Württemberg conocida  sobre todo por su Castillo de principios del s.XII y por su tradición universitaria ya que allí se encuentra la universidad más antigua de Alemania. Fue fundada en 1386, por Ruperto I, Elector del Palatinado. La universidad desempeñó un papel fundamental en la época del humanismo y la Reforma y el conflicto entre el luteranismo y el calvinismo en los siglos XV y XVI. La biblioteca de Heidelberg, fundada en 1421, es la biblioteca pública más antigua de Alemania que todavía se mantiene intacta. Unos meses después de la proclamación de las 95 tesis, en abril de 1518, Martín Lutero fue recibido en Heidelberg para su defensa.

Del Castillo de Heidelberg, diremos que se tiene constancia de su existencia desde 1225, época en que los Condes Palatinos renanos eligieron Heidelberg como ciudad residencial. A partir de ese momento, y hasta la Guerra de los Treinta Años (1618 – 1648), fue creciendo en reputación y sus ejemplares construcciones renacentistas lo convirtieron en uno de los palacios más importantes del Sacro Imperio Romano Germánico.

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Sin embargo, aquella guerra y otras posteriores (como la Guerra de los Nueve Años) marcaron el inicio de una etapa en la que el castillo sufrió numerosos daños y diversas reconstrucciones. Curiosamente, fueron dos rayos los que, en 1764, terminaron por reducirlo a ruinas y condenarlo al abandono.  Hoy en día, a pesar de estar parcialmente derruido,  luce un imponente aspecto desde su privilegiada posición en la ladera del monte Königstuhl, a unos 80 metros sobre el Altstadt (casco antiguo) y desde esa altura, contempla con señorío la vida de la ciudad.

Ya en el centro histórico paseamos por la calle peatonal más larga de Alemania, la Haupstrasse. Esta calle se extiende desde el centro de la ciudad moderna, la plaza Bismark, hasta el centro neurálgico de la ciudad antigua, la Plaza del Mercado. Nos llamaron la atención los coloridos edificios de estilo barroco, el bello edificio de piedra de la Casa Zum Ritter, –uno de los pocos que quedan tras la casi completa destrucción de la ciudad en 1622-,  la gran animación de tiendas y restaurantes  y sobre todo la iglesia del Espíritu Santo, la más antigua de Heidelberg  y el Ayuntamiento.  Luego visitamos la iglesia de los Jesuitas de estilo barroco, construida a partir de 1712; la fachada de la iglesia Jesuita de Heidelberg recuerda  a la iglesia del Gesú de Roma y su interior, pintado de blanco, sorprende por  la gran luminosidad interior. Allí vimos un políptico muy actual, que mostraba todos los vicios y virtudes de la sociedad contemporánea

 

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 Más tarde fuimos a la plaza de la Universidad y posteriormente llegamos al Paseo de los filósofos, por toda la orilla del río Neckar hasta llegar al histórico Puente de Carlos Teodoro. Allí, en la Puerta de Carlos, uno de los puntos más concurridos de la ciudad,  nos hicimos fotos dentro de un casco de bronce, colocado a tal efecto, para provocar la risa de los que esperaban su turno para hacer lo propio. Algunos tuvieron serias dificultades para sacar la cabeza de la escultura. Cruzamos el puente, disfrutamos de las preciosas vistas del rio, del monte Königstuhl y del Castillo. Concluida   la sesión fotográfica  encontramos, cerca del puente, un restaurante decorado de una manera muy atractiva; todas sus lámparas eran instrumentos musicales; la comida no estuvo en sintonía con la decoración, pero pasamos un rato muy agradable en un ambiente con mucha armonía. Terminada la comida, nos encaminamos por la calle peatonal  Haupstrasse, hacia los aparcamientos.

Dejamos atrás Heidelberg para dirigirnos al aeropuerto de Frankfurt,  devolver allí los coches  alquilados y esperar la salida de nuestro vuelo  hacia Madrid.

Os recomiendo este viaje porque aúna, rutas bellísimas por una naturaleza deslumbrante, un arte inconmesurable y  una cultura vastísima y una historia  que es necesario conocer.

 

4 comentarios sobre “Viaje a La Selva Negra y Alsacia

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