Benito Pérez Galdós: Las novelas de Torquemada: Torquemada en la hoguera, Torquemada en la cruz, Torquemada en el purgatorio y Torquemada y San Pedro

«Imagen de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje, que es la marca de raza, y las viviendas, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción…».

Benito Pérez Galdós
«La sociedad presente como materia novelable».
Discurso ante la Real Academia Española, con motivo de su recepción, 1897.

Este año se conmemoran los 100 años de la  muerte de D. Benito Pérez Galdós por lo que numerosas instituciones académicas y culturales, entre las que destacaremos la exposición de la Biblioteca Nacional, han ofrecido sus espacios para homenajear al autor y recordar la importancia de este escritor polifacético, de gran  personalidad,  cuya obra  muestra el  pensamiento visionario de un escritor,  -considerado por muchos especialistas el mayor novelista español después de Cervantes-, que defiende un modelo de ser humano real, presente en nuestra sociedad.   Hoy me quiero sumar al homenaje y mostrar mi admiración por aquel Galdós que descubrí en la universidad a través de obras como Miau, Dª Perfecta, Fortunata y Jacinta, Misericordia, La de Bringas, Tristana y tantas otras, que  a lo largo de los años,  he ido reconociendo en otras lecturas y  otros autores, en los que resultaba patente su huella.

Benito Pérez Galdós es uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX  y uno de los escritores esenciales en la historia de la literatura española. Nació en Las Palmas Gran Canaria en 1843, hijo de un militar, teniente coronel del Ejército y de Dolores Galdós, mujer intransigente que imponía su ley en el hogar; era el menor de  diez hijos y por ello, muy mimado por las numerosas mujeres de la casa, su madre, hermanas, tías y sirvientas; fue un buen estudiante y mostró un gran interés por la  música y la pintura en las que destacó. Doña Dolores decidió, en cuanto Benito terminó el bachillerato, enviarle a Madrid con un doble interés, para que estudiara la carrera de Derecho y para apartarle de su prima cubana María Josefa Washington de Galdós, conocida como Sisita, de la que al parecer, estaba bastante enamorado. Cuando llegó a Madrid, en 1862, «estuve algún tiempo atortolado, sin saber qué dirección tomar, bastante desanimado y triste»;  si bien se matriculó en Derecho, no mostró ningún interés por las materias y sí por vivir el ambiente de la gran ciudad donde descubrió, a través de  su mirada observadora el comportamiento del alma humana, sobre todo del alma femenina, mirada, que convertida en palabras, quedaría reflejada en su vastísima obra, compuesta por novelas, cuentos, ensayos, discursos, cartas, memorias y dramas.

Reseñaré por todo ello la Tetralogía de Torquemada,  conjunto de cuatro novelas publicadas entre 1889 y 1895.  La primera,  titulada Torquemada en la hoguera (1889), se enmarca en el  conjunto de las novelas españolas contemporáneas dentro del «ciclo de la materia«. Median cuatro años entre la primera y las tres novelas que le siguen, Torquemada en la cruz (1893)Torquemada en el purgatorio (1894), y Torquemada y San Pedro (1895) encuadradas en el mismo conjunto, pero en  otro ciclo, el «ciclo espiritualista. Todas ellas tienen como protagonista a  Francisco Torquemada, cuyo apellido  nos recuerda al Inquisidor General de Castilla y León, Tomás de Torquemada nombrado por la reina Isabel la Católica  uno de sus confesores im1 y destinado en 1452  como prior al convento de Santa Cruz la Real de Segovia.  Llamado «martillo de los herejes«,  persiguió a los judíos, -como nuestro protagonista a los necesitados-, y como éste, acumuló una gran fortuna, procedente en parte de bienes confiscados a los herejes perseguidos, que gastó en ampliar entre otros edificios y palacios, el monasterio de Santa Cruz la Real de Segovia.  Nuestro Torquemada  es un prestamista usurero que si no quema vivos a sus adeudados,   sí los asfixia  con  su falta de escrúpulos  y sus altos intereses;  su habilidad en  los negocios le ayudará a  amasar una gran fortuna y ascender socialmente, hasta conseguir ser diputado de las cortes en el Madrid isabelino  de los primeros años de la Restauración. Comenzaremos por la primera novela de la serie.

En TORQUEMADA EN LA HOGUERA,  primer libro de la tetralogía,51H9YqR6YsL._SX331_BO1,204,203,200_ el autor nos confiesa que es una obra pequeña que no hubiera querido publicar, pero que animado por los amigos, finalmente se había decidido. En ella conocemos al personaje principal, D. Francisco Torquemada así como al resto de su familia, su mujer Doña Silvia, su hija Rufinita y su hijo Valentinito, todos ellos víctimas de la mezquindad del cabeza de familia y del modo en que ejerce la usura, comportándose como un  inquisidor con los  pobres; vive ruinmente ejerciendo en su casa una total dictadura en lo tocante al gasto....<<Le conozco a usted desde que se quiso casar con la Silvia. Y bien le aconsejé a ella que no se casara… y bien le anuncié las hambres que había de pasar. Ahora que está rico no se acuerda de cuando empezaba a ganarlo. Yo sí me acuerdo, y me paíce que fue ayer cuando le contaba los garbanzos a la cuitada de Silvia y todo lo tenía bajo llave, y la pobre estaba descomida, trasijada y ladrando de hambre. Como que si no es por mí, que le traía algún huevo de ocultis, se hubiera muerto cien veces. ¿Se acuerda de cuando se levantaba usted a medianoche para registrar la cocina a ver si descubría algo de condumio que la Silvia hubiera escondido para comérselo sola? ¿Se acuerda de cuando encontró un pedazo de jamón en dulce y un medio pastel que me dieron a mí en casa de la marquesa, y que yo le traje a la Silvia para que se lo zampara ella sola, sin darle a usted ni tanto así? ¿Recuerda que al otro día estaba usted hecho un león, y que cuando entré me tiró al suelo y me estuvo pateando? Y yo no me enfadé, y volví, y todos los días le traía algo a la Silvia. Como usted era el que iba a la compra, no le podíamos sisar, y la infeliz ni tenía una triste chambra que ponerse.>>

Lo primero que nos llama la atención es la figura del narrador, el cual además de conocer todo sobre los personajes, hasta sus más íntimos pensamientos (narrador omnisciente), ejerce de director y guía de los acontecimientos, destacando unos, relegando otros, y mostrando al lector sus propias opiniones y sentimientos ante los hechos relatados… <<Basta de matemáticas, digo yo ahora, pues me urge apuntar que Torquemada vivía en la misma casa de la calle de Tudescos donde le conocimos cuando fue a verle la de Bringas para pedirle no recuerdo qué favor, allá por el 68; y tengo prisa por presentar a cierto sujeto que conozco hace tiempo y que hasta ahora nunca menté para nada>>.

No recuerdo,….tengo prisa…le conocimos…., el narrador es un personaje más, que entra y sale del relato a su antojo,   moviendo los hilos de los demás personajes a su conveniencia…<< Pero llegó un día, mejor dicho, una noche, en que tales ideas hubieron de posesionarse de su mente con cierta tenacidad, por lo que ahorita mismo voy a referir. Entraba mi hombre en su casa al caer de una tarde del mes de febrero, evacuadas mil diligencias con diverso éxito, discurriendo los pasos que daría al día siguiente, cuando su hija, que le abrió la puerta, le dijo estas palabras: «No te asustes papá, no es nada… Valentín ha venido malo de la escuela».

El autor,  de la mano de Torquemada, nos da un paseo por las calles de Madrid, por los barrios más pobres, por las lóbregas habitaciones donde malviven familias desahuciadas que buscan en el prestamista una tabla de salvación; la descripción de la pobreza con la que trafica D. Francisco y del sufrimiento de sus víctimas,  es magistral; se muestra insensible al dolor, a la enfermedad, a la súplica, huele la miseria y no se detiene hasta entrar en la intimidad de los menesterosos y posar sus ávidos ojos  en algún objeto del que sacar provecho. Sólo la enfermedad y muerte de Valentín,  le lanzarán a la calle, en un arranque de misericordia para con los pobres, con el único objetivo de comprar el paraíso para su hijo y ganar su salvación, él que es un descreído anticlerical. Aquí no podemos dejar de ver la influencia  de la literatura del s. XIV, concretamente del Arcipreste de Hita y El libro del buen amor, en el que  encontramos  esta contundente cuaderna vía, estrofa en alejandrinos, del poema  Lo que puede el dinero

Si tienes dinero tendrás consolación,51ii6Wa+d-L
placeres y alegrías y del Papa ración,
comprarás Paraíso, ganarás la salvación:
donde hay mucho dinero hay mucha bendición.

Torquemada sale de su casa en busca de pobres que necesiten auxilio, va a visitar a sus víctimas para perdonarles sus deudas, se mueve por las calles como un fantoche y en su carrera esperpéntica, habla con Dios, le pide la curación de su hijo, entregando a cambio parte de sus ganancias a los necesitados, aquellos a los que  unas horas antes había hostigado…. <<Porque Valentinito era el prodigio de los prodigios, un girón excelso de la divinidad caído en la tierra. Y Torquemada, pensando en el porvenir, en lo que su hijo había de ser, si viviera, no se conceptuaba digno de haberlo engendrado, y sentía ante él la ingénita cortedad de lo que es materia frente a lo que es espíritu>>. El ritmo vertiginoso que imprime a la narración en esta búsqueda desatinada  es otro de los grandes  aciertos del autor.

En  TORQUEMADA EN LA CRUZ, segunda novela de la serie, nuestro personaje22991 toma cuerpo en su  reaparición y se sitúa  en el umbral de lo que será su carrera para encumbrarse  en la sociedad.   Está dividida en dos partes: en la primera,  Dª Lupe una amiga prestamista, le indica el camino a seguir, una vez que ha perdido a su mujer y a su hijo, que es,  casarse con una aristócrata arruinada para comenzar el ascenso social. La segunda parte muestra las dudas agónicas de D. Francisco sobre con cuál de las dos hermanas  Del Águila debe casarse.  Para ello contará con la ayuda inestimable de D. José Donoso, quien , -recordándonos a La Celestina-, se erige en árbitro de las decisiones de D. Francisco Torquemada en asuntos del corazón; no sólo se refleja la devoción de Galdós por la literatura del Siglo de Oro español al pergeñar este personaje, sino que, de la misma manera, reconocemos la influencia del Lazarillo de Tormes, al plantear el matrimonio como medio para  ascender socialmente, como hizo Lázaro,  al consentir casarse con la criada y amante del Arcipreste de San Salvador, «para llegar al colmo de toda fortuna». Nuevo débito del autor a la literatura  de los siglos XV y XVI. 

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Si en Torquemada en la hoguera señalábamos la figura esperpéntica de D, Francisco, aquí se afianza la  imagen, al contemplar la angustia que sufre ante la compleja decisión, trocando  su situación en un sainete. <<Otra vez atormentado por aquella duda que ya se iba volviendo del género cómico, de un cómico verdaderamente sainetesco>>.

En cuanto a los  TEMAS  que explora Galdós, señalaremos como uno de los sustanciales,  la intrahistoria del Madrid de la mitad del s. XIX, la vida cotidiana por la que pululan una clase aristocrática  ociosa, arruinada,  que se aprovecha del pueblo (D. Francisco) para recobrar su estatus, una clase obrera atribulada y empobrecida y una serie de tipos sin escrúpulos como D. Francisco, que aprovechándose de los pobres para hacer fortuna, adquieren la nobleza comprando a los nobles; estos serán Los Torquemada del momento, el mismo D. Francisco  nos lo dice al comentar la ineficacia de la aristocracia inmovilista, los cambios sociales, y la defensa del pragmatismo de los nuevos tiempos; de este modo  justifica  su comportamiento: Sin ir más lejos , véase a la Monarquía transigiendo con la democracia, y echando juntos un piscolabis en el bodegón de la política representativa. ¿Y este ejemplo no valía? Pues allá iba otro. La aristocracia, árbol viejo y sin savia, no podía ya vivir si no lo abonaba (en el sentido de estercolar) el pueblo enriquecido.( …) ¿No eran ya senadores vitalicios y consejeros del Banco muchos que allá en su niñez andaban con los codos rotos, o que pasaron hambres para juntar para unas alpargatas? Pues bien: a ese elemento pertenecía él, y era un nuevo ejemplo del sudor del pueblo>>. Si  hablamos  de la importancia de la intrahistoria en Galdós, diremos que la Historia, la de los grandes acontecimientos presentes en la memoria colectiva, tiene un importante presencia en la obra. Va  a ser  Hipólito Valiente, suegro de la fiel criada de los del Aguila, Bernardina,  quien nos recordará, los avatares y las crueles luchas de la  Guerra de África, conflicto bélico que enfrentó a España con Marruecos entre 1859 y 1860, durante el período de los Gobiernos de la Unión Liberal del reinado de Isabel II. …<<Llévale con tu padre —le dijo Cruz—, que le entretendrá contándole lo de África; apareció por detrás de un montón de basura el héroe de los héroes del Magreb, hombre machucho ya, pequeño de cuerpo, musculoso y ágil, a pesar de su edad, no inferior a los sesenta; tipo de batallón de cazadores, cara curtida, bigote negro, cortado como un cepillo, ojos vivaces, y un reír continuo que perpetuaba en él las alegrías del tiempo de servicio. En mangas de camisa, los brazos arremangados, un pantalón viejo del uniforme de Consumos, la cabeza al aire, Hipólito se adelantó a dar la mano al señorito, y le llevó a donde estaba trabajando>>. Y sobre todo la historia de la España del momento, los cambios sociales y económicos que tan bien advirtió Galdós, formulando  conceptos tan modernos como la uniformidad, ese  proceso de interacción e integración entre la gente, las empresas y los gobiernos de diferentes naciones, tan semejante a nuestra globalización<< Esta tendencia a la uniformidad, que se relaciona en cierto modo con lo mucho que la humanidad se va despabilando, con los progresos de la industria, y hasta con la baja de los aranceles, que ha generalizado y abaratado la buena ropa, nos ha traído una gran confusión en materia de tipos>>.

También reflexiona Galdós sobre la Iglesia y critica su posicionamiento del lado de la riqueza y sobre todo  su cinismo para infundir en el pueblo la resignación cristiana<<Cualquiera desentraña la relación misteriosa de la vida moral con la financiera o de los negocios. (…) De aquí que la muchedumbre honrada y pobre crea que el dinero es loco; de aquí que la santa religión, confundida ante la monstruosa iniquidad con que se distribuye y encasilla el metal acuñado, y no sabiendo cómo consolarnos, nos consuela con el desprecio de las riquezas, que es para muchos consuelo de tontos>>. Desde la muerte de su hijo, Torquemada no cree en nada, está contra Dios, el gran todo y los santos….<<la única imagen que en la casa del prestamista representaba a la Divinidad era el retrato de Valentinito, una fotografía muy bien ampliada, con marco estupendo, colgado en el testero principal del gabinete, sobre un bargueño, en el cual había candeleros de plata repujada, con velas, pareciéndose mucho a un altar>>.

No son únicamente los temas tratados por Galdós lo que da enjundia a su obra  sino la FORMA que utiliza para encararlos; uno de los procedimientos empleados es el diálogo, a través del cual los personajes van desnudando sus almas y mostrando una intimidad más cercana a la obra teatral que a la narrativa; todos dialogan, D. José Donoso con D. Francisco, éste con Dios y con el sacerdote Gamborena, el clérigo con Cruz -la cuñada reformista-, Fidela con Augusta y todos con todos, mostrando a través de  sus confidencias el drama en que han convertido  su vida.

Además del diálogo, otro de los procedimientos narrativos más destacable de esta segunda novela es la descripción de personajes,  con la que el autor dibuja  verdaderos retratos, trazados a base de  la observación de detalles  físicos y de un profundo estudio psicológico. La familia Del Águila, formada por Cruz y Fidela y su hermano Rafael, aristócratas venidos a menos, son descritos tan pormenorizadamente, que dejan de ser personajes de ficción para convertirse en seres reales <<Ya he dicho que era el tal una figura delicada y distinguidísima, cara hermosa, manos cinceladas, pies de mujer, de una forma intachable>>. Cruz, la hermana mayor, se descubrirá como una mujer manipuladora que ora presiona, ora empatiza con D. Francisco para lograr siempre sus objetivos;  Fidela, es la muchacha aniñada que no ha madurado y que permanece en su mundo infantil, obediente a los dictados de su hermana, quien  la convertirá en transacción al casarla con D.Francisco;  Rafael es el hermano menor, el  joven al que la ceguera retiene en su casa, aferrado a tiempos pasados, en los que los estamentos sociales estaban perfectamente delimitados, y el honor y los valores sustentaban los pilares de la  clase aristocrática a la que pertenece; este  personaje a mi parecer, simboliza  una parte de la sociedad del momento, ya que su ceguera amén de física es también  intelectual, ya que  le impide aceptar y adecuarse a los cambios producidos en su casa y en una sociedad en continuo movimiento, transformaciones tan bien asumidos por D. Francisco, quien,  sin dejar de ser  usurero, se convierte en exitoso financiero gracias a los ambientes en que se mueve y al  tráfico de influencias; a través de la descripción conoceremos a D. José Donoso, mentor, espejo de educación y retórica, en el que se mira Torquemada para ascender socialmente…<<Era un hombre eminentemente calvo, de bigote militar casi blanco; las cejas muy negras, grave y ceremonioso el rostro, como un emblema oficial que en sí mismo llevaba el respeto de cuantos lo miraban; lleno y bien proporcionado de cuerpo y talla, con cierta tiesura de recepción, obra de la costumbre y del trato social; vestido con acendrada pulcritud, todo muy limpio, desde el cráneo pelado que relucía como una tapadera de bruñido marfil, hasta las botas bien dadas de betún, y sin una mota del fango de las calles.  (…) Aquella levita cerrada, tan bien ajustadita al cuerpo, era la pieza de ropa más de su gusto. (…) ¿Pues y aquel pantalón de rayas con tan buena caída, sin rodilleras?… ¡y todo, Señor, todo!: los cuellos tiesos, blancos como la leche; las botas de becerro, gruesas sin dejar de ser elegantes, y hasta la petaca que sacó, con cifra, para ofrecerle un cigarrillo negro, de papel pectoral engomado! Todo, Señor, todo en D. José Ruiz Donoso, delataba al caballero de esos tiempos, tal y como debían ser los caballeros, como Torquemada deseaba serlo, desde que esta idea de la caballería se le metió entre ceja y ceja>>.

15458219La descripción, en Galdós es  el procedimiento idóneo para realizar verdaderos cuadros de costumbres a lo Mesonero Romanos,  autor con el que mantuvo desde el 7 de marzo de 1874, una estrecha y cordial relación y una fructífera colaboración, que concurrieron, a la hora de  recrear ambientes privados o públicos, como los castizos barrios  de Madrid,  Tetuán, Prosperidad, Guindalera, Cuatro caminos,  por los que transitan los personajes galdosianos y en los que el realismo alcanza el grado de perfección.

La naturaleza también es objeto de observación por parte de Galdós procurándonos unas descripciones llenas de belleza y lirismo en las que vierte su sensibilidad y oficio: …<<La noche era toda calma, tibieza y solemne poesía. El aire inmóvil y como embriagado con la fragancia campesina, dormitaba entre las hojas de los árboles, moviéndolas apenas con su tenue respiración. El cielo profundo, sin luna y sin nubes, se alumbraba con el fulgor plateado de las estrellas. En la obscura frondosidad de la tierra, arboledas, prados, huertas y jardines, los grillos rasgaban el apacible silencio con el chirrido metálico de sus alas, y el sapo dejaba oír, con ritmo melancólico, el son aflautado que parece marcar la cadencia grave del péndulo de la eternidad. Ninguna otra voz, fuera de estas, sonaba en cielo y tierra>>.

Si importante es la descripción, la digresión será el recurso elegido para reflexionar sobre los temas más variados, y plasmar mejor la complejidad social; todos los temas caben en la tetralogía de Galdós, y en ellos engarza verdaderos circunloquios puestos en boca de sus personajes; así expresa Torquemada cómo debe ser la conducta de ricos y pobres …<<Los ricos deben dar el ejemplo, ¡cuidado!, así de las buenas costumbres como de los buenos modos, para que ande derecha la sociedad, y todo lleve el compás debido… Que sean torpes y mamarrachos los que no tienen sobre qué caerse muertos me parece bien. Así hay equidad; eso es lo que llaman equilibrio. Pero que los acaudalados tiren coces, que los terratenientes y los que pagamos contribución seamos unos… unos asnos, eso no, no, no».

O lo que opina sobre la poesía y los poetas ….<<—El pobrecillo tira mucho a poeta, ¿verdad? —Verdad. —Y diciendo poesía, se dice poco juicio, el meollo revuelto. —Exactamente. —Y a propósito, amigo Zárate: me sorprende que a los poetas se les den tantas denominaciones. Les dicen vates , les dicen también bardos . Crea usted que me he desternillado de risa leyendo un artículo que le dedican a ese chiquillo a quien yo protejo, y el condenado crítico le llama bardo acá, bardo allá, y le echa unos inciensos que apestan. A los versos que ese chico compone los llamaría yo bardales, porque aquello no hay cristiano que lo entienda, y se pierde uno entre tanta hojarasca. Todo se lo dice al revés. En fin, peor es meneallo>>.

Pero nada va a superar las digresiones sobre el lenguaje, sobre su importancia en la sociedad  como seña de identidad y de distinción …<<El estilo, o lo que D. Francisco llamaba la explicadera, le cautivaba aún más que la ropa, y apenas se atrevía el hombre a dar una opinión tímida sobre las cosas diversas que allí se hablaron. Donoso y Cruz se lo decían todo, y se lo comentaban a competencia. Ambos gastaban un repertorio inagotable de frases lucidísimas, que Torquemada iba apuntando en su memoria para usarlas cuando el caso viniese>>.

Y esta preocupación por el lenguaje la personaliza el autor en nuestro D. Francisco, quien a lo largo de las tres últimas novelas, se empeña en aprender  palabras y expresiones propias de su nuevo rango y en esa ascensión, no cejará en su aprendizaje …<<Pero ¿qué significaba esta miseria de lenguaje con las cosas bonitísimas que acababa de asimilarse? Ya sabía decir ad hoc (pronunciaba azoc ), partiendo del principio, admitiendo la hipótesis, en la generalidad de los casos ; y, por último, gran conquista era aquello de llamar a todas las cosas el elemento tal , el elemento cual . Creía él que no había más elementos que el agua y el fuego, y ahora salíamos con que es muy bello decir los elementos conservadores, el elemento militar , el eclesiástico…>>

El lenguaje está en el centro de la trama como un testigo más del sufrimiento de Torquemada y le sirve a Galdós  para criticar con cierta ironía, a pedantes y petimetres que adoptan palabras y expresiones que desconocen, por parecerles  grandilocuentes…«Señores, yo tengo para mí (el ejemplo de Donoso le hacía estar constantemente teniendo para sí ) que ya hay bastante libertad, y bastante naufragio universal, y más derechos que queremos. Ahí está el quiquiriquí… Ahí le duele… ahí…>>

«Lo sé por experiencia propia de mí mismo —agregó el orador, abusando lastimosamente del pleonasmo>>.

«Tengo para mí que los precios de la cebada serán un enizma en los meses que siguen, por actitud expectante de los labradores».

Crítica no exenta de Humor  y de sarcasmo que tiñen gran parte de los soliloquios de D. Francisco  —Sí, ya se ve… ¡Persona decente! Yo también lo fui. Mi padre tenía catorce pares. —¿De qué? —De mulas. —¡Ah!… creí que de bemoles… ¿Con que mulas ! eh!?>>.

<<Yo creo… que nuestro joven no está loco, sino que lo finge, como lo fingía Hamlet, para despacharse a su gusto en el proceso de un drama de familia. —¡Drama de familia! Aquí no hay drama……Torquemada… se quedó con la duda de quién sería aquel Jamle ; pero no quiso preguntarlo.

Hemos ido salpicando la reseña con numerosas técnicas narrativas que hacen de nuestro autor uno de los mayores narradores de la literatura española pero aún queda por citar la técnica heredada directamente de Cervantes, el perspectivismo que aporta el narrador, dando a los personajes independencia y carácter  universal y otorgando al relato naturaleza  histórica   : <<…Pues señor… fue el 15 de Mayo, día grande de Madrid (sobre este punto no hay desavenencia en las historias), del año… (esto sí que no lo sé; averígüelo quien quiera averiguarlo), cuando ocurrió aquella irreparable desgracia que, por más señas, anunciaron cometas, ciclones y terremotos, la muerte de doña Lupe la de los pavos , de dulce memoria>>.

<<…Y aquel mismo día, si no mienten las crónicas, recibió Fidela del bárbaro una carta que ambas hermanas leyeron y comentaron, encontrando en ella mejor gramática y estilo de lo que en buena lógica debía esperarse. «No —dijo Cruz—, si de tonto.>>

<<….Cuenta el Licenciado Juan de Madrid, cronista tan diligente como malicioso de los Dichos y hechos de D. Francisco Torquemada …>>

<<Disiente de esta opinión otro cronista no menos grave, el Arcipreste Florián , autor de la Selva de Comilonas y Laberinto de Tertulias , que fija en el día de Reyes la primera comida de etiqueta que dieron las ilustres damas en su domicilio de la calle de Silva>>.

El espíritu cervantino bulle a lo largo de las cuatro novelas y muy especialmente la figura  del universal personaje, Don Quijote de la Mancha, ….Te figuras la sociedad conforme al criterio de tu infancia o de tu adolescencia, informadas en el puro quijotismo, y no es eso, Señor, no es eso. Abre tus ojos; digo, los ojos no puedes abrirlos; abre de par en par tu espíritu a la tolerancia, a las transacciones que nos impone la realidad>>

En TORQUEMADA EN EL PURGATORIO, D. Francisco continua51k9SPKQBCL su ascenso social por el que pagará un alto precio; transita realmente por el purgatorio, -su propia casa-, abrumado por la nostalgia, en donde expía  su usura; se ve  obligado a gastar parte de sus inmensas ganancias en los antojos de su cuñada Cruz, -reconvertida en encumbradora de gente baja-,  que no le deja cultivar su tacañería y  le martiriza, haciéndole salir de su esfera natural para adecuar su comportamiento y apariencia a su nuevo estatus …<<No, no, Francisco Torquemada ha llegado ya al límite, al pastelero límite de la paciencia, y de la condescendencia, y de la prudencia. No más Purgatorio, no más penar por faltas que no he cometido; no más tirar por la ventana el santísimo rendimiento de mi trabajo. Dile a tu hermana que se limpie, que si quiere ser Marquesa, que le encargue la ejecutoria a un memorialista de portal, que todo viene a ser lo mismo, ¿pues—¡Atiza!… Vamos, yo me vuelvo loco —exclamó D. Francisco, dándose palmetazos en el cráneo.(…) ( Alzando la voz .) Fidela, yo no puedo vivir así. Cuando tu hermana me ataque con esta socaliña, voy y… en una palabra, me suicido>>. También Rafael, comprende el tormento por el que está pasando su cuñado y aunque no ha llegado a aceptarlo, por su vulgaridad y su baja extracción social, siente pena por él:  …«Entre, D. Francisco —le dijo, pensando que la ilustre familia hambrienta había engañado a su favorecedor, utilizándole para redimirse, y que después de sacarle de su elemento para hacerle infeliz, le cubría de una ridiculez más grave que la que él había echado sobre ella. Entráronle deseos de reconciliarse con el bárbaro, guardando siempre la distancia, y de devolverle en forma de amistad compasiva la protección material que de él recibía>>. En cuanto a las técnicas narrativas se mantienen  las mismas  de las novelas anteriores, fortaleciendo de este modo la unidad de la tetralogía  que se alimenta del espíritu cervantino; en este caso destacaremos las   paráfrasis  y  citas de autoridad del  Quijote, débito y homenaje que se trasluce  a lo largo de toda la novela, concretamente  cuando proponen a D. Francisco como  senador, momento que nos recuerda a Sancho Panza cuando va a ser nombrado gobernador de una ínsula:    ……<<—¿Pero no le agrada…? —No… ¿Para qué quiero yo la senaduría? Nada me da. —Hombre… sí… Esos cargos siempre dan. Por lo menos, nada se pierde, y se puede ganar algo… —¿ Y aun algos ? —Sí señor, y aun muchísimos algos . —Pues acepto la ínsula. Iremos al Senado, vulgo Cámara Alta, y si me pinchan, diré cuatro verdades al país. Mí desideratum es la reducción considerable de gastos. Economías arriba>>.

En el capítulo II, de la primera parte, que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote, intercala Cervantes un romance viejo, El Romance de  Lanzarote, poniéndolo en boca de nuestro caballero:

814fe7qiB6L._SS500_Nunca fuera caballero
De damas tan bien servido,
Como fuera Don Quijote
Cuando de su aldea vino:
Doncellas curaban dél,
Princesas de su rocino,

Galdós,  lo parafrasea, poniéndolo  en boca de Rafael, el pequeño de los Águilas: …<<— Nunca fuera caballero… de Reyes tan bien servido —dijo Rafael alargando un pie. —No es así —observó D. Francisco, con alarde de erudición, sacando la primera bota—. De damas se dice, no de Reyes>>.

O cuando reproduce literalmente palabras de Sancho Panza …por lo cual decía para su sayo el Marqués de San Eloy: «Si buena ínsula me das, buenos azotes me cuesta». O cuando encontramos a Rafael del Águila leyendo el Quijote o a D. Francisco en la última novela comportándose simplemente como el verdadero  Sancho Panza y  tantos otros ejemplos perceptibles en su lectura.

En TORQUEMADA Y SAN PEDRO, cuarta novela de la tetralogía de9781533570550-es Benito Pérez Galdós, D. Francisco  va a ser obligado por su cuñada Cruz, a cambiar de nuevo de casa, pero esta vez el salto será significativo ya que se va a mudar a un palacio comprado en condiciones ventajosísimas,  el Palacio de Gravelinas, repleto de historia y obras de arte que él aumentará con lo expoliado a la arruinada aristocracia; <<Los rasgados ventanales del archivo y armería daban a un patio, medianero entre aquellos y el cuerpo principal del palacio, el cual, por dormir en él mucha y diversa gente, tardó algo más en ser invadido por los resplandores del día. Pero al fin, la grande y suntuosa mansión revivió toda entera, y la quietud se trocó casi de súbito en movimiento, el silencio nocturno en mil rebullicios que de una y otra parte salían. El patio aquel comunicaba por un luengo pasadizo, que más bien parecía túnel, con el departamento de las cocheras y cuadras, que el último duque de Gravelinas, concienzudo sportman, había construido de nueva planta, con todos los refinamientos y perfiles del gusto inglés en estas graves materias>>. El flamante senador y Marqués de San Eloy se moverá por su nueva residencia  como un alma en pena, <<—Puede usted creerme —dijo Torquemada con desaliento—, que no la tengo buena, ni medio buena. Yo era un roble, de veta maciza y dura. Siento que me vuelvo caña, que me zarandea el viento, y que la humedad empieza a pudrirme de abajo arriba. ¿Qué es esto? ¿La edad? No es tanta que digamos. ¿Los disgustos, la pena que me da el no ser yo propiamente quien manda en mi casa, y el verme en esta jaula de oro, con una domadora que a cada triquitraque me enseña la varita de hierro candente? ¿Es el pesar de ver que mi hijo va para idiota? ¡Vaya usted a saber! No lo sé. No será una sola concausa, sino el resumen de toditas las concausas lo que me acarrea esta situación. Cúmpleme declarar que yo tengo la culpa, por mi debilidad>>; ha acabado rodeándose de muerte, la de su hijo Valentinito, la de su cuñado Rafael y ahora, la de su mujer, la aristócrata Fidela del Águila, quien en sus diálogos con su amiga Augusta  y el padre Gamborena, suscita el tema de la muerte, desde un punto de vista comprometido y audaz para el s. XIX, el derecho a morir, una de las cuestiones más graves de la moral y la fe católica …<<No, padre. Bromeamos, y nada más. Cierto que cuando Dios lo ha hecho así, bien hecho está. Pero yo sigo en mis trece: no critico al Divino Poder; pero me gustaría que estableciera esto del morirse a voluntad>>. La muerte  planea por toda la novela, y se encarna en Fidela y en el propio D. Francisco quien  la vive con desesperación al sentirla tan cerca, en su joven esposa. La pobrecita Fidela se muere… se muere sin remisión… quizás se ha muerto ya… Sería preciso, para salvarla, que Aquel hiciera un milagrito, y lo que es eso… Favores ya los hace; pero milagros… Y falta que sea verdad que los hiciera… Favores sí; pero estas gangas son para los beatos y ratones de Iglesia… No está un el caso de rebajarse… ¡cuidado!… Cierto que si me aseguraran que…, yo me rebajaría, vaya si me rebajaría… Pero, ¡con cien mil Biblias!, para que me dejen con un palmo de narices, como en el caso de Valentín…». Torquemada también intuye  su propia muerte y sólo encontrará consolación en sus conversaciones con el misionero Gamborena al que llamará «San Pedro», por ser el portador de la llave que le abrirá las puertas del paraiso—¡Oh! Le tiene a usted en mucho; le mira como a un ser superior, un ángel o un apóstol, y todas las fierezas y arrogancias que gasta con nosotras, delante de usted se truecan en blanduras.  Amistad, temor o admiración, una mezcla que le someterá  a los dictados y advertencias del clérigo,  quien le incitará a entregar sus bienes a la Iglesia,  -siguiendo los designios de Cruz-, con lo que aliviará su conciencia  e intentará conseguir, -ya muy enfermo-,  retardar su muerte para culminar un negocio muy rentable y lograr después su salvación. <<—Porque, amigo mío —añadió el sacerdote con mucha gracia, incorporándose para verle de cerca el rostro—, no me atrevo a sospechar que usted piense en conseguir su entrada en el Cielo sobornándome a mí, al guardián de la puerta. Si tal creyese mi señor Marqués de San Eloy, no sería el primero. Muchos creen que dando una propinilla al Santo…>>

 En una palabra, D. Francisco quiere engañar a Dios como ya lo hizo en Torquemada en la hoguera y  el sacerdote Gamborena  y Cruz quieren engañarle a él, utilizando  métodos distintos pero ambos con la intención de recibir el tercio de sus ganancias. Nuestro protagonista a pesar de haber evolucionado en cuanto a su expresión y  comportamiento social, en su verdadera esencia no ha cambiado nada, sigue siendo fiel a sí mismo;  en la primera novela comercia para lograr la salvación de su primera mujer y su hijo y en la última, negocia  la de Fidela y la suya propia; al  ver que la salvación no se compra, acabará muriendo  defendiendo un reparto justo de su herencia pero con la incertidumbre  de si entrará en el cielo, como el clérigo le había prometido. …<<Había cerrado los ojos; su semblante imitaba la muerte. Mirando para su interior, se decía: «Ya no hay duda; me muero. Cuando esta sale por ese registro, no hay esperanza. ¡Todo a la Iglesia!… Bueno, Señor, me conformo, con tal que me salve>>.

En el momento de la muerte de D. Francisco, Galdós vuelve a jugar con el sarcasmo provocando esa sonrisa en el lector, que provoca también la lectura del Quijote, sonrisa llena de ternura pero sobre todo de humor como se ve en la reflexión del clérigo en un momento de suma  gravedad, la muerte de Torquemada...<< A la madrugada, seguros ya los dos religiosos de que se acercaba el fin, redoblaron su celo de agonizantes, y cuando la monjita le exhortaba con gran vehemencia a repetir los nombres de Jesús y María, y a besar el santo crucifijo, el pobre tacaño se despidió de este mundo, diciendo con voz muy perceptible: «conversión». Algunos minutos después de decirlo, volvió aquella alma su rostro hacia la eternidad. «¡Ha dicho conversión ! —observó la monjita con alegría, cruzando las manos—. Ha querido decir que se convierte, que…». Palpando la frente del muerto, Gamborena daba fríamente esta respuesta: «¡Conversión! ¿Es la de su alma, o la de la Deuda?».

Concluiré este homenaje particular a Galdós, manifestando mi admiración, renovada con la lectura de estas cuatro novelas, auténticas joyas en las que el valor reside en la palabra, en el dominio absoluto de la palabra y en su maestría para pintar con ellas, personajes, míseras habitaciones, palacios, almas, profesiones, sentimientos y….Madrid: <<Las Vistillas,  la puerta de Toledo, San Francisco, San Cayetano, la Escuela pía de San Fernando, etcétera… Sintió la querencia de los sitios en que pasara los años mejores de su vida, trabajando como un negro, aquellos deliciosos barrios del Sur, tan prolíficos, tan honrados, tan rumbosos, y con tanta alegría en las calles como gracejo en las personas. el cochero arreó por la calle de Segovia arriba, con orden de pararse en Puerta Cerrada. Desde que se apeó el señor Marqués, empezó a fijarse en él la gente, y cuando avanzaba despacito por la calle de Cuchilleros, Reconoció, como se reconocen caras familiares y en mucho tiempo no vistas, las tiendas, que bien podrían llamarse históricas, madrileñas de pura raza: pollerías de aves vivas , la botería con sus hinchados pellejos de muestra, el tornero, el plomista, con los cristales relucientes como piezas de artillería de un museo militar, la célebre casa de comidas de Sobrinos de Botín , las tiendas de navajas, el taller y telares de estera de junco, y por fin la escalerilla, con su bodegón antiquísimo, como caverna tallada en los cimientos de la Plaza Mayor>>.

Es imperdonable la postergación y el olvido en el que se  ha sumido a D. Benito Pérez Galdós, bien  por cuestiones ideológicas o por su análisis visionario y cargado de futuro, del que siempre recelan las almas mediocres. Reivindico su memoria y su modernidad y sobre todo invito a los lectores a releerlo o a descubrirlo y a dejarse llevar por su torrente narrativo en cuyas aguas, veremos reflejados sentimientos y problemas universales del ser humano.

2 comentarios sobre “Benito Pérez Galdós: Las novelas de Torquemada: Torquemada en la hoguera, Torquemada en la cruz, Torquemada en el purgatorio y Torquemada y San Pedro

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