Todo sigue igual pero nada es como fue.
La obra elegida este mes de febrero se titula Romanticismo y llegó a mis manos por puro azar, por una recomendación de Juan Cruz, periodista de El País, al que encontramos en la Biblioteca Nacional, visitando como nosotros, la exposición sobre Galdós, del que reseñé las novelas de Torquemada el mes pasado. Se dio el caso de que un amigo con el que íbamos, reconoció al periodista con el que coincidió en Las Palmas, allá en juventud, se dirigió a él, y el resto nos acercamos a saludarle; hablando y hablando le comentamos que formábamos parte de una tertulia literaria lo que le interesó en extremo, llegando a sugerirnos este título de Manuel Longares, amigo suyo, y, aún más, se ofreció a ir con el autor a nuestra tertulia.
Con estas expectativas comencé la lectura de esta novela intuyendo bien pronto que la huella de Galdós latía en la expresión de Longares, tanto en la descripción de las costumbres de una clase social alta, como en su compleja sintaxis barroca formada por periodos oracionales larguísimos, -ocupan a veces dos páginas-, por su retórica, su dominio narrativo, y como leímos en Galdós, por la utilización de la propia lengua como material literario… se había empecinado en excluir los primeros años de posguerra y todo lo que oliese a política, no era una adquisición de la memoria como el presente de eimí o el influjo de la yod, sino algo mimético.
Pero vayamos por partes y analicemos el fondo y la forma. ¿Cuál es el tema? ¿Es Madrid? ¿La muerte de Franco? ¿O el modo de vida de una clase social privilegiada? Siendo las preguntas anteriores los ejes sobre los que girará la novela me arriesgo a esgrimir que el verdadero TEMA es el miedo y la incertidumbre que producen hechos relevantes como, en este caso la muerte de Franco, especialmente entre aquellos afines al régimen que disfrutaron largamente de sus privilegios; cambios que dejan al descubierto un maremoto de inseguridades personales y que obligan a nuestros personajes a enfrentarse a una nueva realidad y a replantearse el pasado, el precario presente y el futuro incierto. Como en una representación teatral, el barrio madrileño de Salamanca, será el escenario por donde los actores/personajes de la novela, se moverán mostrando una etapa de sus vidas, en un espacio reducido, sólo en el cogollito del barrio —ese macizo de la raza madrileña ociosa que Caty Labaig denomina metafóricamente el cogollito—, no en lo que Hortensia, madre de nuestra protagonista Pía, llamaba las vaguadas o calles aledañas; además de limitar el espacio selecciona el tiempo, veinte años de la historia reciente, que abarcan desde octubre de 1975, fechas críticas en las que se temía por la vida de Franco… porque en aquellos días críticos en que el Caudillo se mantenía inerte como un pedrusco y con respiración mecánica y la iglesia del padre Altuna encomendaba su alma al Altísimo… y en las que la certeza de su muerte hizo replantearse el futuro inmediato a los habitantes de este paraíso… Aquella tarde de octubre en que Pía supo que con la muere del Caudillo desaparecía también un trozo importante de su vida pues a él estaban unidas su infancia y juventud… Y se cierra el 3 de marzo de 1996 …en que la voluntad democrática expulsó del gobierno a los socialistas tras catorce años de mandato.
En esta situación espacio-temporal o cronotopos, el autor realiza una auténtica crónica de la alta sociedad madrileña, del transcurrir de sus días en los que la ociosidad y las rentas heredadas, posibilitaban un modo de vida indolente y superficial. A través de este “costumbrismo aristocrático” con tintes de crónica rosa, nos muestra el mundo hermético y sistemático de Hortensia …De esta forma se constituyó en casa de Hortensia a lo largo de los años, una red de proveedores cuyo nombre se predicaba a la criada recién admitida —Álvarez Gómez, Asensio, Barasa, Berenguer— junto al servicio que prestaba —perfumería, lencería, vestimenta de hogar y ropa de cama—. Hortensia también dispuso que las gomas de borrar o las plumillas se compraran en Jomar (…) …Y es que era voluntad de Hortensia, por ejemplo, que las reinas de nata se compraran en Hontanares y los rusos en Niza, (..) el souflé en Lhardy, las pastas de té en Embassy, y los bizcochos borrachos donde servían el postre al Caudillo, en El Riojano de la calle Mayor y sólo en él, porque como recalcaba Hortensia paladeando las sílabas con el mismo deleite que las natillas caseras de Domi, si los dulces no procedían de su especialista acreditado más valía tirarlos por la taza del retrete o dárselos al primer mendigo que llamara… en el que el esfuerzo por que nada cambie, acaba convirtiendo a los personajes en meros muñecos, marionetas movidas por los hilos de una tradición que les hace sentirse diferentes y únicos, pero que les obliga a ocultar su auténtico yo.
Desde el epicentro de la casa ducal de Goya, -en la que viven Hortensia, la madre que educó a su hija en la tradición para enmascarar un pasado en el que flirteó con el socialismo, su hija Pía, estilosa joven criada y educada para el matrimonio, que no se conoce a sí misma, su yerno José Luis Arce, que tardó diez años en terminar la carrera de derecho y nunca ejerció y su nieta Virucha-, veremos pasar años decisivos de la vida de una familia, que esconde un pasado y vive una continua apariencia; este comportamiento es extensible a esa capa social que entra a su casa por una puerta distinta a la de la servidumbre y sube en un ascensor con diván adornado con borlitas, que desayuna en Viena Capellanes, juega al tenis en el Club Apóstol Santiago, hasta la hora del aperitivo en Balmoral, merienda en la cafetería Gregory’s y pasa el fin de semana en San Rafael, a donde llegan en coche mientras el servicio, que no recibe estipendio alguno, lo hace en tren, cargando con lo necesario para la estancia de los señores; pero además de los hábitos repetidos desde que la memoria les alcanza, asistiremos a sus devaneos políticos y amorosos producidos por la ruptura del orden y la armonía que el Caudillo había procurado en este reducto madrileño…En ese mundo de menudencias diseñado por su madre había transcurrido felizmente la niñez de Pía cuando, con el Caudillo en su apogeo, todo funcionaba como un reloj para el enjambre de familias del barrio de Salamanca que hacían la compra en el mercado de La Paz —excepto la fruta, que venía de Vázquez—, encargaban sus trajes en Villasante y Balenciaga y educaban a sus hijos con los marianistas o en las ursulinas, rezaban el rosario al atardecer con la servidumbre y el director espiritual.
En cuanto a la forma destacaremos la importancia del cronista-narrador, que nos llevará por las calles del exclusivo barrio madrileño convirtiendo en protagonistas a sus plazas, sus tiendas de marca, sus cafeterías, joyerías, pastelerías, restaurantes, iglesias, que serán testigos de la desazón provocada por la noticia de la muerte de Franco: El Caudillo testó. —Cierre la boca, Froilán —aconsejó la aludida—, que ése mata a quien le crea difunto. Y la venenosa réplica de Moncha Gabarrón, la cuñada roja de Javo Chicheri, quedó enganchada al rumor cuando éste se alejó de aquel núcleo de menestrales para enseñorearse de la rotonda que trazan las calles de Goya, Narváez y Alcalá, (…)Voló la incógnita por miradores y terrazas y sondeó alcantarillas y sótanos, (…) descendió la pendiente de la calle Goya casa por casa y tienda por tienda, puntualiza Caty Labaig, desde Alcalá hasta la plaza de Colón. (…) Por el paseo de Recoletos continuó su rumbo agitando las flores naturales del café Gijón. En Cibeles bordeó el Banco de España y el sótano de La Ballena Alegre donde los falangistas de Javo Chicheri añoraban al Ausente y aclamaban al Invicto. Y ya en la Puerta de Alcalá, en vez de templar su resonancia en la fronda del Retiro o desviarse a la derecha para incidir en las especulaciones de la Bolsa y de los bufetes de la gran abogacía, se internó a la izquierda por los comercios de Serrano —Loewe, Zorrilla, Lurueña, Muñagorri— a la hora en que las alumnas del Beatriz Galindo reciben clase, las alfombras de Ispahan se confrontan a la luz del sol y las dependientas de Álvarez Gómez perfuman.
Y nos presentará a sus vecinos, dando vida a un grupo selecto de personajes, del mismo nivel social, favorecidos por su posición y por El Régimen, entre los que destacaremos a Lalo Pipaón y Luismi Fonseca dueños de una cadena de electrodomésticos, Fela del Monte, amiga del colegio de Pía, Gisela Bonmatí prima de Pía y su marido Tomín Peñalosa, el padre Altuna, Moncha Gabarrón, la cuñada roja (rogelia) de Javo Chicheri el ultraderechista, el sacristán de los antonianos Mamerto Bustinzapedorras, Dorita Sacristán, …a quien se conocía en la posguerra como ruiseñor de la copla antes de que un caballero legionario la retirase a un piso de la calle Hermosilla…, Enedina Goyeneche y su marido, el joyero Horacio Rivasés, Izaskun Damborenea y su marido Chema Bacigalupe Máxima Dolz, de la pandilla del padre de Pía, amiga íntima de Hortensia y profesora de guitarra de Virucha. O la comparsa de los conciertos dominicales en El Retiro mencionados por Caty Labaig con nombre y apellidos en su periódico: …el matrimonio de Jerónimo y Mariloli Sanz, Maritina Comesaña, el perfil egipcio de Chitina Monteserín, la negra cabellera de Julia Eced, siempre cerca de la descotadísima Carola Bonafé, el solterón de Chaves, apoderado del banco donde entró a trabajar Irurzun, las hermanas Mila y Paulita Serraller y, destacando del resto, la tortuga de Crescen Muñoa, organizadora de carnavales blancos cuando el Caudillo los prohibía, que afirmaba el lastre de su joroba en un bastón de empuñadura de plata. O Monjardín, quien enarbolando la bandera del cambio y la libertad, acaba mostrándose como un fantoche frente a los verdaderos defensores de las libertades, contaminando a los indecisos y saliendo del ostracismo en el que su familia había vivido por el franquismo.
De otra parte los desfavorecidos por la victoria del Caudillo, como Santos Panizo senior…maestro nacional con los rojos y por eso la justicia de Franco le había prohibido dedicarse a la enseñanza, de forma que se ganaba la vida llevando la contabilidad de las casas bien… Santos Panizo hijo, educado en la lectura de Antonio Machado y en la lengua rusa.. economista incapaz de hacerse valer y defender su dignidad, víctima de Arce, pero con conciencia de clase...creo que si necesita un obrero debe buscarlo donde están los obreros.. y su mujer Marta Pombo escritora de inéditos y socialista de pro, represaliada ideológicamente, víctima de Chema Bacigalupe; y de otra, el personal de servicio entre los que seleccionaremos a Boj, el portero, víctima de la humillación de Javo Chicheri y sus matones falangistas y las fieles criadas Domi y Wences, víctimas de Hortensia y Pía, todos al servicio de una clase adinerada que se vale y aprovecha de ellos, sin tenerles ninguna consideraciones por creerles inferiores.
Y en medio, arrimándose a los ricos y compartiendo sus privilegios, la iglesia, representada primero por el padre Altuna y luego por su sucesor el padre Nicomedes quien…indiferente al descaro infantil mojaba bizcoletas de California en un café con mucha leche… sin olvidarnos del sacristán Mamerto Bustinzapedorras y su corte de devotas.
El narrador, en este menester, es ayudado por un personaje que planea por toda la novela, Caty Labaig, periodista del corazón, que sirve de apoyo al narrador omnisciente, como una narradora secundaria, completando en muchos casos las informaciones del primero; desde el periódico ABC, denuncia, investiga, juzga, sentencia, matiza, reconstruye y publica alguna de las intimidades de casas y personas …como investigó la periodista Caty Labaig cuando presidía la comunidad de propietarios.
…como escribía Caty Labaig en el periódico cuando las sufrían los matrimonios de sangre azul, eran nubéculas en un paisaje exento de borrascas.
…las barrabasadas de esos rijosos con queridas de campeonato que eran el garbanzo negro de las familias del cogollito, en expresión de Caty Labaig.
El narrador se convierte en personaje y tras narrar una situación concreta, -Pía descubre que no es la persona que creía ser-, intuímos su presencia al lado de Pía, y asistimos al momento en que abandona la narración para hacer profundas y tediosas digresiones …sólo cuando se situó frente al espejo del baño y se reprodujo la conversación con su esposo en el rellano de la escalera y comprendió lo lejos que estaba de quien creía ser, un desaliento superior al que había experimentado nunca la desarboló.
Pues no de otro modo opera la tristeza que devorando lentamente el corazón que la sufre, sin que el afectado repare en los estragos que imprime en su sonrisa o en la luz de sus ojos hasta que un día no reconoce la figura que le devuelve el espejo porque le parece imposible pertenecer a esa mirada que le pide cuentas de aquella ilusión y aquel sosiego que perdió o le quitaron sin sentir, y ahora no sabe a quién reclamar o suplicar su devolución, con la mano de pedigüeño tendida. Ese extraño que aparece en el espejo cuando él se mira le demuestra que no depende de sus fuerzas recuperar el bienestar que enajenó. Y esa advertencia de que ni la alegría ni la desolación quedan ya al alcance de su memoria mide con más exactitud que un termómetro el abismo de su desarraigo.
Otras veces se separa de la historia para dar mayor veracidad a los hechos narrados acudiendo a otros cronistas, como hiciera Cervantes en el Quijote…Dicen los cronistas de esta villa antigua y resabiada que era una mañana de luz agria y suave viento del Norte. José Luis Arce andaba distraído, oscilando el bastón que su padre esgrimía contra víboras y alacranes en los veranos de posguerra...
En cuanto a la FORMA , el Madrid del cogollito, sus personajes y la historia de España de esos años, transitarán por densos periodos oracionales, extremadamente largos, en los que el autor huyendo de los puntos y de los puntos y coma, navega por una inmensidad sintáctica de subordinadas que coordina y vuelve a subordinar como en un bucle del que no pudiera o no quisiera desprenderse, sin dar un respiro al lector. Y esa compleja sintaxis le permite hacer no sólo las digresiones ya citadas sino descripciones de todo tipo, descripciones poéticas…tanto las manos de rosa como las caderas de nácar y las marmóreas piernas e incluso los piececitos de nieve dibujaban un péndulo dócil a la oscilación de la danza, también sus nalgas acababan despegando de las sillas y en alternancia metódica, una primero, la otra después, suscribían el vibrante tres por cuatro que marcaba la orquesta; descripciones hiperbólicas en las que lo teatral adorna la manifestación de los sentimientos aportando un cariz folletinesco…Y cuando tras darse ánimos en el retrato de su madre irrumpió en el despacho de su marido con el abrigo puesto y se acodó a la mesa barnizada para clavar sus ojos en el hombre al que había regalado su cutis de marfil, en el momento de arrojar el disgusto que no le cabía en el pecho una guitarra española la hizo callar. De una manera precipitada y un tanto chabacana, como si por arte de magia perdiera elocuencia su palabra y elegancia su figura y de su personalidad se evaporara el aplomo conferido por una educación apropiada a su sólida cuenta corriente, retrocedió unos pasitos con la teatralidad de una diva mientras el reloj del pasillo se unía a los acordes de Tárrega; o descripciones simbólicas, premonición de un posible ocaso… A su debido ritmo el crepúsculo tapaba sus llagas, el firmamento tomaba color de acero, y una luz de sudario lamía tejados y chimeneas en lentísima caricia de despedida hasta emboscarse en un séquito de nubes por la arboleda de Rosales, momento en que los vencejos coronaban la cúpula de la Concepción. Vencejos a los que el autor recurre en numerosas ocasiones.
Otro aspecto formal que potencia la riqueza expresiva es la mezcla de géneros tales como el novelesco propiamente dicho, el periodístico, de tono rosa de Caty Labaig, el radiofónico de Marta Pombo, el folletinesco en los coqueteos de Pía con Monjardín, la representación esperpéntica de la muerte de Máxima Dolz o el cinematográfico -cuando el narrador presenta dos escenas distintas y simultáneas, en tiempo real, enfocando una y otra alternativamente como si de una cámara se tratase-. Y todo ello, con HUMOR, un humor que salpica desde las situaciones más triviales, como cuando se habla de la locuacidad del portero ….—Cuando Boj se calla —observaba seriamente— el ascensor funciona…, a las más graves, como la enfermedad de Franco …Porque buena parte de sus súbditos, al saberlo tendido y manoseado sobre una cama de hospital con más pinchazos que un acerico y más sondeos y perforaciones que una plataforma de crudo.., jugando en muchas ocasiones con el humor negro …la bomba que incendió el coche le ha volado la cabeza, segada por el cuello cayó como a cien metros, justo donde la esquina de Lagasca, estuvo un rato tirada en la acera y desprendida del cuerpo, con los ojos cerrados pero moviendo los labios, ni muerto dejaba Boj de hablar. También son humorísticos los epítetos que acompañan e identifican a los personajes; así calificará a Moncha Gabarrón como rogelia o la cuñada roja de Javo Chicheri, a Fela como la Pechumida, a Arce, corazón de oro, a Lalo Pipaón y Luismi Fonseca herederos de una cadena de electrodomésticos, sin olvidar los epítetos de tono épico que siempre saldrán de la boca del falangista Javo Chicheri, –que junto con sus secuaces encarna lo peor de la transición-, para ensalzar al Caudillo, …Berroqueño de Guisando, soplete de las Españas, timbal, escudo y ventilador, helipuerto de hidalguía! —cantaba Javo Chicheri en el sótano de La Ballena Alegre…; y siguiendo con el humorismo, dando un paso más, encontramos la parodia, reflejada sobremanera no sólo en los nombres de los vecinos del barrio, Lalo, Chitina, Moncha, Mamerto Bustinzapedorras, sino en tantas situaciones que dejan clara la frivolidad de esta clase social.
También la literatura está presente en la novela; Manuel Longares hace un homenaje a sus héroes literarios y los convierte en material novelesco, recordando obras como Calixto y Melibea, Los amantes de Teruel, Fortunata y Jacinta, El romancero viejo y autores, a los que hace pasear también por las calles del cogollito madrileño, …en torno al conjunto de calles trazadas con escuadra que recorrió el automóvil de Ortega y por las que salió Lorca a su último viaje; en ese corazón madrileño de los dioses en el que Ramón levantó un palomar vanguardista y Juan Ramón su escopeta de ácidos, había transcurrido su época más dichosa. Destaco una obra citada por Hortensia, Antoñita la fantástica, de Borita Casas (Madrid 1911-1999), que para mí tiene un valor sentimental por ser el primer libro que leí y que los hados me hicieron llegar a través de una rifa del colegio en mi más tierna niñez; cuando abrí aquel libro de pastas duras y grandes, mi curiosidad descubrió las aventuras fantásticas de esta niña que también lo era; este libro logró que esa curiosidad por descubrir nuevas historias haya permanecido a lo largo del tiempo y no se haya saciado sino con lecturas nuevas, …A partir de ahí no era ella sino Antoñita la fantástica, que decía su madre, la que desbocaba los caballitos de la especulación propagando los rumores que su esposo no le contaba acerca de la sucesión del Caudillo y su Régimen.
Recomiendo vivamente la lectura de esta novela, pues además de ser placentera nos permite descubrir la literatura de nuestros clásicos y la contemporánea, en la que la sintaxis experimental permite al autor jugar con su creatividad y su libertad imaginativa, siempre deseable en todo buen escritor.
Hoy que publico la reseña, puedo decir que la reunión se llevó a cabo en el restaurante Villagodio donde degustamos un cocido con Juan Cruz, símpático y cercano maestro de ceremonias y con nuestro autor, Manuel Longares, del que puedo decir, que si su calidad narrativa me ha entusiasmado, no menos su calidad humana; tímido casi hasta el sonrojo ante la admiración manifestada por los componentes de nuestra tertulia, decía tímidamente,…Estoy abrumado y agradecido; esto no puede ser, no puede ser.
Y para que quede constancia aquí está el documento gráfico…
Muy interesante poner de protagonista las calles de Madrid
Me gustaMe gusta