La venganza es la última entrega de la serie Erik Vogler, cuyo primer libro irrumpió en el panorama de la literatura juvenil en Junio de 2014 con Los crímenes del Rey Blanco; a éste le seguirían, Muerte en el balneario, La maldición de Misty Abbey-Castle, La chica equivocada, Sin Corazón, El secreto de Albert Zimmer, Jaque mate y el colofón, La venganza, que culmina el annus horribilis de nuestro protagonista, distribuído en ocho volúmenes, en los que se enfrenta a crímenes y fenómenos paranormales que le obligan a reconvertirse en detective a pesar de las múltiples limitaciones que su personalidad le impone.
Con el primer título la autora supo hacerse un hueco entre los jóvenes de todas las edades narrando las aventuras rocambolescas y sobrenaturales de un personaje, alejado de los estándares pero reconocible en tantos de nuestros adolescentes; su personalidad analítica, tenaz, maniática, metódica y su forma de vestir muy muy pija, han hecho las delicias de un sinfín de chavales que han vivido los numerosos casos de corte policiaco en los que se ha visto envuelto, repletos de ingredientes de la novela negra; el éxito no se ha hecho esperar, y debido a su calidad literaria, ha conseguido ser lectura recomendada en numerosos centros de enseñanza.
Hoy hablaré sólo de la última novela de la serie, La venganza, pues aglutina y consolida el estilo que singulariza su corpus narrativo, tanto en lo que respecta a las principales técnicas empleadas en entregas precedentes, como al hilo argumental que se desenvuelve entre el fantasmagorismo de la novela gótica y la novela negra policial, detectivesca y de suspense. Nuestro protagonista en esta ocasión intentará encontrar por todos los medios a Ilse, madre vampira de Albert Zimmer, para que éste cumpla su promesa de marcharse y desaparecer de la vida de los Vogler, una vez clarificada la misteriosa muerte de sus verdaderos padres, los Ackermann. Pero hasta llegar al cumplimiento de este objetivo la acción se complicará en extremo para Erik, quien se tendrá que enfrentar a la malvada Ilse, a varios agentes corruptos de policía, al inspector de la comisaría de Bremen, Gerbe, a un forense chantajeado, Gleiber, a un enterrador cejijunto, a su huidizo padre, Frank, a su abuela Berta con la que nunca ha empatizado y lo más importante para él, tendrá que reconquistar a Cloé, su enigmática novia zombi. El desarrollo de la acción es narrado con un ritmo trepidante desde las primeras páginas, concretamente desde el capítulo II, en el que asistimos al primer asesinato, -anticipo de otros muchos que le seguirán-, envuelto en una intriga que nos perturbará y atrapará, manteniéndonos en tensión hasta el desenlace final. Tan solo unos minutos después de entrar en la caseta, el sepulturero escuchó un extraño ruido próximo a la puerta. Permaneció quieto y arrugó su única ceja. ¿Serían de nuevo los dos chicos del cementerio? ¿Habrían regresado ya de las tumbas vacías? ¿Qué se traían entre manos? (…) El enterrador traspasó el umbral con decisión. Al hacerlo, una fina hoja de metal que atravesaba la parte superior del marco de la puerta le cortó el cuello. Cayó al suelo de rodillas tratando de contener en vano la herida que lo desangró en poco tiempo. Pág 18
Si en las siete anteriores novelas asistimos a los miedos, empalagos, manías, sospechas, recelos y renuencias de Erik, que frenaban su diligencia en momentos decisivos, -mostrándolo ante nuestros ojos como el antihéroe, acentuando sus fracasos y cediendo la gloria a su compañero inseparable Albert Zimmer-, en esta última entrega advertimos un cambio notable en su personalidad; ahora tiene las cosas muy claras y va a ser él, quien lleve la iniciativa y dirija las operaciones descubriéndose como un gran héroe, un héroe humano, capaz de donar su propia sangre o enfangar sus mejores ropas para salvar la vida de Albert, su eterno enemigo. Y los lectores lo reconocemos como tal; la escena del reconocimiento del héroe ha sido clave a lo largo de la literatura universal; en nuestro teatro del siglo de Oro, el reconocimiento del héroe ha sido uno de los momentos culminantes en el desenlace de la trama; la novela policiaca rescata esta escena, del olvido del siglo XIX, para ayudar al lector a desentrañar la verdad de sus personajes. Y a este momento es al que hemos asistidos los lectores de la VIII entrega de la serie de Erik Vogler, al reconocimiento del héroe, un héroe que se escondía en sus miedos y que se ha revelado como tal, en situaciones límite como la pérdida de Albert o de su abuela.
La serie, que en cuanto al Tiempo se desarrolla en un año, se cierra en el mismo Espacio donde comenzara; Erik vuelve en La venganza, a la ciudad alemana de Bremen, cerrando el círculo que comenzara en esta ciudad en el primer libro, Los crímenes del rey blanco; los hoteles de la ciudad, la casa de los Ackerman y, el cementerio de la ciudad, Rienserg, serán los escenarios por los que se moverán Erik y Albert para esclarecer los peligros y amenazas que les han aterrorizado y perseguido.
Pero no todo son pesquisas, aventuras y acción; múltiples temas salpican la novela, no como tesis sino como reflejo de la situación que se vive en la sociedad, temas apenas intuidos como la incomprensión en el seno familiar, la defensa de lo diferente y de la propia aceptación o el sentido de la responsabilidad y temas de mayor gravedad y complejidad social, como el comercio de órganos humanos, ya tratado en anteriores novelas de la serie …El policía jubilado obedeció sumiso. Gerber y el caso Ackermann. Levaba años con aquella carga a su espalda. Su mujer nunca lo supo. Haider nunca le contó de dónde provenían las córneas que le devolvieron la vista y la hicieron tan feliz. También tuvo que guardar el secreto de Gerber: la promesa de un joven corazón para su sobrina enferma. Pág 207 y la corrupción policial.
El dominio narrativo de la autora se percibe en el manejo del ritmo y del suspense, El hombre no dijo nada y levantó el cuchillo. Erik cerró los párpados. A una velocidad imposible, Albert se abalanzó sobre y lo tiró contra el suelo. En la pelea Zimmer le consiguió arrebatar el arma y lo hirió en el pecho (…) Vogler se atrevió a abrir los ojos. Descubrió los afilados colmillos de Albert inclinándose sobre el cuello del hombre, que lo contemplaba aterrorizado. Pág 123, y sobre todo del humor que salpimenta la narración y la descripción …Una sola ceja oscura cruzaba su rostro y ensombrecía aún más su mirada. A Vogler le parecía terrorífico que no se hubiera depilado el entrecejo después de lo que le había cobrado. Pág. 11, o las intervenciones de Berta…ni harta de limoncello compartiría la cama de matrimonio con su nieto. Pág. 27, o de Erik …Su abuela era una bruja cruel y despiadada disfrazada de hippie. Pág. 23, o del narrador…Al terminar de leer, Erik sintió que los ojos del resto lo atravesaban como a una aceituna rellena de anchoa…Pág 71; también hay humor en los repetidos epítetos rituales, adjetivos constantes que además de calificar a los personajes los identifica, ayudando al lector a reconocerlos; así Erik será el de la gomina… Pág.12, o Cloé …la joven de Bergerac. Pág. 95; el acercamiento al lector lo trabaja también a través del léxico coloquial, …no hay más tutía. Pág.12 ….se trataba de un doble asesinato y chimpún. Pág 70, a veces juvenil y a veces familiar, con el que consigue una gran acercamiento con el lector.
Y esta novela, final de la serie, se retroalimenta de las precedentes a través de numerosas técnicas formales, como las anáforas, que recuerdan al lector, hechos sucedidos en las anteriores entregas, jugando con ellos …Conrad, le seré sincero. Sabe que mi abuela está muy sensible (…) Lo único que parece hacerle algo de ilusión es escribir una novela sobre los crímenes del rey blanco Pág 46 o reviviendo el pasado …El agente Haider se había jubilado y solía ocuparse , por las mañanas, de su pequeño huerto en las afueras de Bremen. Quince años atrás había acudido a la llamada de emergencia de una mujer que escuchaba a un beé llorar sin consuelo en la casa de sus vecinos, los Ackermann. Pág 25… para refrescar la memoria de los lectores y dar cohesión a la serie.
Otra de las técnicas que repite es la metaliteratura, discurso autoreferencial que utiliza la literatura como material creativo; en La venganza, hace un homenaje a escritores como William Irish (1903-1968) escritor estadounidense de novelas policiacas y de misterio, y a otros más conocidos por los jóvenes, como Ana Frank o Michael Ende…
Servicio de habitaciones, Frau Vogler. Soy Gregor Frei.
Les traigo la cena
¿Contraseña?
Michael Ende –dijo resuelto. Pág 28
o parafrasea uno de los poemas más bellos de amor del gran Quevedo, Amor constante más allá de la muerte, que recuerdo para deleite de todos…
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Nuestra autora da testimonio de la actualidad de los grandes autores reescribiendo el espíritu del poema en boca de Erik:
Una chica muerta te hace caso y pierdes la cabeza.(…)
-¡Eres un plomo apijotado, Vogler! –afirmó Albert.
-Sí –reconoció solemne-, seré un plomo, pero un plomo enamorado. Pág 39
Finalmente me resta decir que Beatriz Osés ha escrito una serie redonda, ideal para lectores de todas las edades que quieran entretenerse con la frescura y el humor de sus tramas y con el misterio, la intriga y el suspense de la novela negra; con Erik Vogler, del que se han vendido más de 100.000 ejemplares y ha sido traducido al polaco, iraní, turco, francés y ruso, la autora se ha convertido en referente de la literatura infantil y juvenil gracias a un impecable trabajo y a un profundo conocimiento de las necesidades lectoras de los jóvenes.