Escapada a Aguilafuente

Segovia cuenta con 209 municipios con distinta riqueza artística y patrimonial; algunos de ellos son muy conocidos y visitados, por estar ubicados en un bello entorno natural o por su valor artístico y otros aún poseyendo verdaderas joyas arquitectónica, quedan en el anonimato y sólo son conocidos por los oriundos del lugar y vecinos de los alrededores; éste es el caso de Aguilafuente, villa que hemos descubierto gracias a una sobrina que ha empezado a trabajar allí y que nos ha invitado a visitar la villa. Es una excursión muy apetecible pues desde Segovia capital se tardan 35 minutos, en los que la montaña no desaparece de nuestra vista y la sucesión de torres y espadañas de pequeñas iglesias van salpicando el horizonte, creando un paisaje de gran belleza.

Una vez allí, aparcamos en la Plaza de la villa, donde aún se mantienen en pie parte de los soportales y en la que destaca una preciosa casa de dos plantas, cuya fachada está revestida de conchas de vieira.

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Parece ser que su propietario fue un negociante de pescados de origen gallego que quiso acercar el mar de Galicia a la severa Castilla y sentirse así más cerca de su tierra. En esta misma plaza, encrucijada de caminos, hay un pequeño parque flanqueado por dos esculturas de Florentino Trapero, escultor, imaginero y pintor local que conoceríamos más tarde, al visitar el Ayuntamiento. Siguiendo por la Calle Real, llegamos a la Plaza Mayor, donde, además de conservarse parcialmente algún soportal castellano, se alza la monumental Iglesia de Santa María, del siglo XII, de estilo románico; de la construcción original pervive un hermoso ábside mudéjar con triple arcada doblada de medio punto que se apoya sobre un zócalo de mampostería. La iglesia muestra los cambios arquitectónicos sufridos a lo largo del tiempo tanto en su fachada, donde podemos apreciar parte de esgrafiado segoviano, como en su torre, de planta cuadrada con cuatro cuerpos en los que se abren muy pocos vanos; el tercer cuerpo tiene ventanas ojivales que se agrandaron para albergar las campanas; sobre estos ventanales se sitúan los canecillos que formaban parte del arranque del antiguo tejado, puesto que el último cuerpo de la torre, bastante desacertado, es un añadido posterior.

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Su construcción es de mampostería, con refuerzos de sillería en las esquinas y su portada abocinada, realizada en el siglo XV en estilo gótico tardío, está formada por arcos apuntados enmarcados por un alfiz y un remate conopial. Es el acceso principal del templo. En el frontón nos encontramos con una representación escultórica de la Anunciación. No pudimos visitar su interior por lo que «in situ», acudimos a internet que nos informó de lo que nuestros ojos no pudieron contemplar: está compuesto por tres naves, rematadas con el ya citado ábside de ladrillo.

Esta iglesia reviste una gran importancia, no sólo por su valor artístico sino por haberse celebrado en ella en Junio de 1472, un sínodo diocesano provincial, convocado por el obispo Juan Arias Dávila, cuyas actas forman parte del primer libro incunable impreso en España y en español, El Sinodal de Aguilafuente; el obispo Juan Arias Dávila, superintendente del Estudio de gramática, lógica y filosofía moral que había en Segovia, y bibliófilo, conocía el nuevo arte de la imprenta, por lo que llamó en 1472 a Juan Parix de Heidelberg, impresor alemán que procedía de Roma. En su taller segoviano, situado cerca de la antigua catedral, Juan Parix imprimió al menos nueve obras, unas religiosas, otras de derecho, comenzando por el Sinodal de Aguilafuente. Su único ejemplar conocido se encuentra en la Catedral de Segovia, junto a otros cinco de los impresos en Segovia por el alemán. También se conserva el original que sirvió para la impresión, el Codex canonum, que conserva huellas de su paso por el taller, entre ellas unas marcas para realizar la cuenta del original. Se trata del primer original de imprenta español, ubicado en la misma catedral, y que tiene las firmas de los asistentes y del notario.

Nuestra segunda visita fue al Ayuntamiento situado en un lateral de la plaza y separado de la iglesia y la Plaza por la carretera; es un edificio con enjundia, de principios del siglo XIX y de estilo modernista, catalogado con protección estructural. Lo primero que llama la atención al entrar en el zaguán es la escalera de piedra que sube al primer piso, donde se encuentran los despachos y la Atención al público; dos jóvenes atienden amablemente a los vecinos, tras un elegante mostrador de madera noble, material que se repite en las mesas de los despachos, que recuerdan el estilo clásico y distinguido de principios de siglo.

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Volviendo a la planta baja llaman la atención las altas puertas laterales de madera; la de la izquierda según se entra, esconde el museo dedicado al escultor local Florentino Trapero, exposición permanente en la que podemos contemplar más de 80 obras, entre las que se encuentran dibujos, bocetos, tallas, yesos preparatorios y esculturas en pequeño y gran formato; también pueden verse sus obras, repartidas por el pueblo; en la Plaza de la Villa, podemos contemplar los relieves de un segador y un hachero coronados por un águila de bronce. El escultor restaurador e imaginero, nació aquí, en Aguilafuente, donde su padre era secretario del Ayuntamiento y desde muy niño mostró su vocación artística. En 1908 comenzó en Madrid sus estudios en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado. Trabajó desde 1913, como profesor de Instituto concentrado en la producción artística y la docencia. Entre 1967 y 1969, modeló y talló, en mármol italiano, –por encargo de su hijo Juan Jesús– la estatua «Adán Arrepentido», para el jardín de su casa de Madrid.

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Sus herederos, a su muerte, donaron esta estatua al Ayuntamiento de Aguilafuente, quien decidió ubicarla en la entrada principal del mismo. A lo largo de su carrera recibió numerosos premios entre los que recordaremos el premio ‘Victorio Macho‘ en el Concurso Nacional de Esculturas Policromadas en 1922, por una cabeza de Beethoven, en mármol policromado, hoy propiedad del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Recibió la Mención Honorífica en la Exposición Iberoamerica de Sevilla en 1930 o el premio de la Exposición de Pintura y Escultura de Castilla y León en Santillama del Mar. Así mismo en Segovia ganó en 1916, el concurso para realizar «La corona de la Virgen de la Fuencisla«, patrona de la ciudad de Segovia. A lo largo de su vida creó unas 196 obras escultóricas, repartidas por las distintas catedrales y lugares de toda España.

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También en la planta baja , flanqueando la escalera, destacan dos salidas que dan a un patio, ahora cubierto, donde visitamos una interesantísima exposición sobre el obispo Juan Arias Dávila (1436, Segovia-1497, Roma), ya presentado anteriormente, artífice del Sinodal de Aguilafuente, político y eclesiástico segoviano nombrado obispo de Segovia, protonotario apostólico y del Consejo Real de Enrique IV de Castilla y de los Reyes Católicos. Fue un mecenas de las artes y las letras y como hemos mencionado más arriba está considerado el introductor de la imprenta en España, de la que pudimos contemplar una réplica de la utilizada por Juan Parix para imprimir el primer libro en castellano. En 1461 el Papa Pío II y a petición de Enrique IV, le nombró obispo de Segovia; celebró tres sínodos: el primero en Aguilafuente en 1472, el segundo en el Palacio Episcopal en 1478 y el tercero en Turégano en 1483. Juan Arias Dávila además de contribuir al conocimiento y extensión de nuestra lengua, se dedicó con verdadero empeño a otros muchos menesteres, como hallar los restos de San Frutos, -patrón de la diócesis y venerado en la actualidad en la Catedral de Segovia-, o encargar a Juan Guas, el claustro para la antigua catedral de Santa María, situada en el recinto del Alcázar y trasladado posteriormente a la actual, tras el incendio sufrido en la guerra de la comunidades. Juan Guas, es el máximo exponente del llamado estilo hispano-flamenco y está documentado su trabajo en Segovia entre 1474 y 1491 como maestro de obras en el claustro de la catedral; trabajó así mismo en la Iglesia de Santa Cruz, la Real, y también se le atribuyen las trazas de la capilla mayor del vecino monasterio de Santa María del Parral y la portada de su sacristía, con claras similitudes estilísticas con la de la iglesia de Santa Cruz.

Arias Dávila mandó edificar también el Palacio episcopal y reedifició el castillo de Turégano. Finalmente intentó recuperar la posesión de la villa de Riaza, pero no lo consiguió aunque obtuvo una importante renta anual como compensación. En 1486 por deseo de Isabel la Católica, reunificó los dos conventos franciscanos de Segovia en uno solo, el convento de San Francisco, entregando el de San Antonio el Real a las clarisas. En 1490 el Tribunal de la Inquisición inició un proceso contra sus padres y su abuela materna, Catalina González, por lo que se trasladó en 1490 a Roma para intentar detenerlo. Consiguió la absolución para sus padres y su abuela del delito de herejía. No regresó a Segovia, y falleció en Roma en 1497. Su cuerpo fue trasladado a la Catedral de Segovia, donde yace sepultado en la actualidad, junto al denominado altar del Crucifijo.

La tercera joya arquitectónica que visitamos fue la iglesia de San Juan Bautista, de estilo románico mudéjar del siglo XII, pero el tiempo, el abandono y la serie de intervenciones un tanto anacrónicas, han logrado que haya perdido parte de su encanto. Los elementos mudéjares los encontramos en las portadas norte y sur, en las que se accede a través de una cuádruple arquería de ladrillo enmarcada por un alfiz, así como en los restos de esgrafiado en el muro norte.

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El ladrillo también está presente en la ventana de la cabecera, en los muros y algunos contrafuertes y se utiliza la piedra, en los ángulos y la parte superior de la torre y los contrafuertes del muro sur. La torre está enteramente construida con sillería y tiene dos arcos de medio punto sobre columnas en cada una de sus caras. La iglesia se abandonó para el culto en el siglo XIX y quedó en un estado ruinoso hasta que fue rehabilitada a finales del siglo XX para convertirla en un Aula Arqueológica. En el interior se da información detallada sobre los restos arqueológicos de la domus romana del siglo IV, que se encuentran en el término de Aguilafuente y en la que se descubrieron hermosos mosaicos así como la necrópolis visigoda del siglo VI, que aprovechó el espacio y los materiales de esa construcción.

Tampoco pudimos verla por dentro por lo que será necesaria una segunda visita. Como ya era la hora de comer, dejamos para otra ocasión la ermita del Santo Cristo de la Peña del siglo XVI de estilo herreriano, de la que destaca su retablo y el altar barroco que acoge la imagen del Cristo de la Peña, talla de madera policromadade gran belleza.

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El sol de Diciembre nos acompañó en todo el recorrido e iluminó esta villa, cargada de Historia, escenario de grandes acontecimientos y cuna de reconocidos artistas y hombres principales como don Pedro de Zúñiga, Marqués de Aguilafuente, el cual obtuvo la villa en 1536, al comprarla al Obispado de Segovia, su anterior propietario. Aún se conservan los restos de su Palacio cuyos muros están fabricados en mampostería de granito y cuyos ventanales están bordeados por sillares de piedra caliza y adornados con cadenas, motivos alegóricos al escudo heráldico de la casa de los Zúñiga. El edificio está situado justo al lado de la Iglesia de Santa María, y conserva buena parte de la construcción original.

Nos encantó conocer como segovianos, el maravilloso patrimonio que se enconde en tantos pueblos de la geografía segoviana y que merece la pena ser descubierto.

La vuelta a la capital, la hicimos desviándonos hacia Turégano, localidad más conocida que Aguilafuente, tanto por su imponente e inaccesible Castillo como por su sabroso cordero asado.

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Se ubica sobre un promontorio que domina la villa y que conforma la imagen más representativa de la localidad, símbolo del pueblo, y visita obligada para los turistas. No en vano es Monumento Nacional desde 1931 y está declarado Bien de Interés Cultural (BIC). En dicho promontorio hubo una construcción medieval con torres posiblemente de origen árabe; de esta época se conservan algunas torres y muros de tapial en lado norte del exterior del castillo. Posteriormente a finales del siglo XII, se inició la construcción en este espacio fortificado, de la iglesia de San Miguel, de estilo románico; consta de tres naves, las laterales son más antiguas, y la central, más ancha y está cubierta por bóveda de cañón apuntada, que anuncia el gótico. Tiene cuatro tramos, marcados por arcos fajones que descansan sobre columnas adosadas. En los capiteles aún se aprecian motivos figurativos y vegetales.

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En torno al templo se levantó la fortaleza-palacio a partir de 1471 a iniciativa del obispo Arias Dávila, personaje que ya nos es familiar gracias a la exposición sobre su figura, que visitamos en el Ayuntamiento de Aguilafuente. Ya en el siglo XVI se perfeccionó la fortaleza con muros, acondicionados para la defensa con armas de fuego, y reforzados con torres cilíndrica. En 1703 levantó la espadaña barroca, que remata la fachada sur del castillo.

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En 1994 la diócesis de Segovia concedió al ayuntamiento de Turégano el uso y disfrute del castillo, excepto la iglesia de San Miguel, por treinta años prorrogables.

La visita al castillo y a la iglesia, la hicimos con niñas, de entre 5 y 10 años; las mayores leyeron con muy buena dicción y entonación los folletos explicativos del monumento, y las pequeñas se divirtieron recorriendo las estancias del Castillo y subiendo su empinada escalera de caracol hasta la terraza del mismo, desde donde todos pudimos contemplar una impresionante puesta de sol, característica de los atardeceres segovianos

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Espero que los que leáis esta humilde crónica os animéis a descubrir tantos y tantos pueblo segovianos llenos de belleza, de arte y de historia; en este empeño de difundir la riqueza de nuestra tierra tengo que mencionar a un amigo de juventud, Gonzalo Perlado Martín, quien ha publicado un hermoso libro titulado SG + 360 «Jirones de historia»…Un viaje pictórico por las iglesias de la provincia de Segovia, donde reúne una colección de 442 acuarelas, acompañadas de un breve comentario histórico-artístico que nos advierte de la sensibilidad de su mirada. Y como para muestra sirve un botón aquí os dejo una prueba de su buen hacer, a su paso por Aguilafuente y Turégano.

Aguilafuente Iglesia de San Juan Bautista

Aguilafuente Santa María

Iglesia de San Juan Bautista (Aguilafuente) Iglesia de Santa María (Aguilafuente)

índice

Iglesia castillo de San Miguel Arcángel (Turégano)

Tengo que agradecer este viaje a mi sobrina, pues con él, he disfrutado tanto profesional como personalmente; lo primero por haber dedicado mi vida a la enseñanza del castellano y lo segundo porque soy segoviana y la fortuna me hizo nacer en la calle Arias Dávila, en pleno centro de Segovia, entre la antigua Telefónica y la Plaza de San Martín. Estaba predestinada a estudiar gramática y a visitar, aunque tarde y por puro azar, el lugar en el que se gestó el primer libro impreso en castellano. Todo un placer.

2 comentarios sobre “Escapada a Aguilafuente

  1. Gracias Cecilia, por ilustrar nuestro conocimiento sobre la historia en ésta tan querida tierra tuya y mía de adopción.

    Un beso. Amparo.

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