Viaje a Peñafiel en familia. El placer de vivir la literatura con los más pequeños.Tras los pasos del infante Don Juan Manuel

Peñafiel, localidad en la que confluyen la Historia, el Arte, la Literatura y la Tradición vitivinícola.

Viajar con la familia y compartir con ella las pasiones que han alimentado una vida es uno de los placeres más gratificantes, que, además de diversión y entretenimiento, conlleva casi imperceptiblemente, un legado de valores vividos desde la infancia. Por ello, en Noviembre de 2023, decidimos hacer un viaje familiar a Peñafiel, pueblo de Valladolid, para vivir todos juntos la Historia, el Arte, la Literatura y la Tradición vitivinícola que en este municipio confluyen.

Como sólo pudimos dedicar a este empeño un fin de semana, el sábado temprano, quedamos en El Castillo de Peñafiel, fijando un punto de encuentro al que fuimos llegando desde distintos lugares para disfrutar de nuestra primera actividad juntos, la visita guiada de la hermosa fortaleza y de su interesante Museo Provincial del vino. Después de besos y abrazos, comenzamos a descubrir este precioso castillo, Monumento Nacional desde el 1 de junio de 1917, que impresiona por su singular arquitectura y su adaptación a la loma estrecha y larga en la que se sitúa, -unos 35 m de anchura frente a 210 m de longitud-, semejando un gigantesco navío que surcara el horizonte verde y azul de la Ribera del Duero.

Su interesante y convulsa historia nos remonta a Fernando III el Santo quien instituyó el Señorío de Peñafiel para su hijo Alfonso X el Sabio, el cual lo transfirió a su sobrino y nieto del rey santo, el infante Don Juan Manuel. Éste fue quien se ocupó de la reedificación del castillo y del recinto amurallado en la primera mitad del siglo XIV. Una vez suprimido el señorio,  pasaron sus bienes a propiedad regia. El actual castillo fue edificado en el siglo XV, por Pedro Téllez Girón, Maestre de la Orden de Calatrava, al que el propio Juan II concedió en 1456, los derechos sobre los restos de la fortaleza; sus escudos se pueden ver en la torre del homenaje. A su muerte se añadió un muro, un foso interior, se reformaron los adarves y el torreón norte, para el uso de la artillería.

La parte más antigua de la construcción la constituye una primera muralla defensiva, de lienzos lisos que puede datar del siglo XI. En su lado oriental se abre una única puerta de acceso flanqueada por sendos torreones circulares y coronada por un matacán del que sólo quedan los modillones. Una segunda formación de murallas, delimita el recinto interior. Está constituida por 28 cubos almenados que se intercalan en el larguísimo cerramiento que muestra una sucesión de cortinas almenadas, y transitables en su cumbre a través de un adarve.

En el centro de este espacio se levanta la torre del homenaje, prisma rectangular de unos 34 m de altura que alberga tres plantas abovedadas. El resto queda dividido por ella en dos zonas que servirían de alojamiento para la tropa, de almacenes y áreas de servicio.

El propio castillo, alberga el Museo Provincial del Vino, seña de identidad de la comarca y centro de difusión de la viticultura vallisoletana. Además de constituir una sugerente propuesta museística, se ha convertido, desde su fundación, en el eje sobre el que gira el turismo enológico de la provincia. El enoturismo armoniza todos los recursos de la zona: paisaje, naturaleza, patrimonio artístico, artesanía, ocio, deporte, fiestas, tradiciones y por supuesto, gastronomía. La visita al museo nos acerca a la compleja y esmerada elaboración del vino, descubriéndonos su historia, los procedimientos, los tipos de prensas utilizados, las herramientas, los útiles de medida, las botellas y la cata.

Fue en 1999 cuando la Diputación de Valladolid promovió el Museo Provincial del Vino, para dar a conocer la riqueza enológica de la provincia de Valladolid, que aglutina el mayor número de Denominaciones de Origen de España, cinco: Tierra de León, Ribera del Duero, Cigales, Toro y Rueda, siendo esta última la más antigua de Castilla y León.

Una vez terminada la visita, bajamos caminando con las niñas hasta el pueblo, disfrutando de las impresionantes vistas que del castillo contemplábamos desde abajo y fotografiando sin parar la magnífica fortaleza.

Ya en el pueblo nos dirigimos al Mesón «El Corralillo«, donde degustamos unos entrantes deliciosos, cecina, croquetas, alcachofas y chorizo, para culminar con un sabrosísimo cordero asado y un buen vino de La Ribera del Duero.

Concluida la comida nos encaminamos a los coches para dirigirnos a la casa rural, Entreviñas, situada en el municipio de Valbuena de Duero y perteneciente a la pedanía de San Bernardo, a 13 km de Peñafiel. Este pequeño pueblo tuvo la fortuna de que en 1143, Doña Estefanía de Armengol, condesa de Urgell y nieta del conde de Ansúrez, fundara un monasterio conocido por el nombre de la localidad, el Monasterio de Santa María de Valbuena de Duero, para ayudar a la repoblación de los señoríos de Curiel, Peñafiel y Cuéllar.

Este monasterio, de estilo cisterciense, es una joya de la arquitectura del siglo XII, de la que destacaremos su iglesia monacal, -que funciona como parroquia del pueblo-, cuyos elementos marcan el tránsito del románico al gótico, con una monumental capilla mayor flanqueada por cuatro capillas laterales; la parte más antigua, del siglo XII, se encuentra en la cabecera, con la capilla mayor y el crucero con bóvedas de cañón apuntadas, mientras que las tres naves del siglo XIII, están cubiertas con bóvedas de crucería; el cimborrio se levantó en el siglo XVIII para sustituir a otro que se derrumbó; el claustro es de estilo románico de transición, con arquerías de medio punto sobre columnas de capiteles vegetales; las pinturas murales del siglo XIII, el coro plateresco del siglo XVI, la sala capitular y el altorrelieve en madera policromada de la Sagrada Familia, del genial escultor Gregorio Fernández, definen el tesoro artístico que encierra este monasterio así como su evolución a lo largo de los siglos.

Abandonamos el magnífico monasterio para volver a Peñafiel, envueltos por un cielo crepuscular, para realizar una visita guiada a las Bodegas Protos, empresa vitivinícola española fundada en 1927 por la unión de once viticultores de la zona, que se convirtió en la primera bodega de lo que luego sería la Denominación de Origen Ribera del Duero.

En los años ochenta, y como consecuencia de la creación en 1982 del Consejo Regulador de la zona, la bodega cambió su nombre original Bodegas Ribera del Duero, por el de Bodegas Protos (del griego protos, primero). Cedió este nombre al consejo,​ autorizando su uso para identificar a la Denominación de origen Ribera del Duero, que vela por la calidad de los vinos de la zona. En 2006 pasó a formar parte de la Denominación de Origen Rueda, con la elaboración de vino blanco a partir de la variedad de uva verdejo y comercializó la primera añada de Protos Rueda Verdejo. En 2012 obtuvo el certificado de «marca de excelencia» del organismo internacional ‘Superbrands‘, y en 2013 la revista estadounidense Wine & Spirits eligió a Protos como “bodega del año”.​

Esta bodega envolvente y ligera, fue diseñada en 2008 por Richard Rogers & Alonso y Balaguer y arquitectos asociados, y el proyecto fue concebido para generar las condiciones óptimas para el proceso de elaboración del vino. La base de hormigón armado, está cubierta parcialmente de piedra al exterior pero es la madera la verdadera protagonista, empleada en los arcos principales de las naves y en el interior de la cubierta. El vidrio también está presente en las grandes superficies de los cerramientos verticales y el acero en la práctica totalidad de las conexiones entre los elementos estructurales.

Merece la pena visitar este magnífico y elegante edificio no sólo por su belleza arquitectónica sino por la posibilidad de conocer sus vinos y catarlos acompañados con productos de la tierra.

Después de la visita, nos encaminamos de nuevo a la casa rural, en Valbuena de Duero, donde nos reunimos alrededor de la amplia mesa ubicada en la bodega de la casa para cenar unos burritos buenísimos en cuya elaboración participaron mayores y pequeños.

Al día siguiente, domingo, tras un desayuno copioso y muy animado, abandonamos la Casa rural, para volver a Peñafiel donde habíamos quedado con nuestra amable guía, Inés, que nos descubriría los secretos y las joyas arquitectónicas que encierra el Convento dominico de San Juan y San Pablo.

Este impresionante conjunto, declarado Bien de Interés Cultural en 1931, fue fundado por el infante Juan Manuel, señor de Peñafiel, en 1318 y levantado sobre los restos históricos del Alcázar construido por su tío Alfonso X. El fundador estableció ser enterrado en la iglesia conventual, de la que se puso su primera piedra en 1324, y así ocurrió tras su muerte en 1349. El exterior impresiona por la belleza de los arcos ciegos, de herradura o polilobulados y por los ricos trabajos de su ábside del siglo XIV, realizados en ladrillo en estilo gótico mudéjar.

Este extraordinario exterior gótico-mudejar contrasta con el interior de la iglesia, especialmente con la rica decoración renacentista de la Capilla funeraria de los Manuel, construida casi dos siglos más tarde, en 1536; en esta capilla de estilo plateresco con reminiscencias góticas y construida en piedra caliza muy blanca, labrada minuciosamente, se ubica El Panteón de la familia Manuel, pieza sobresaliente del Renacimiento español. Inés, la guía además de sus profesionales explicaciones, remarcó la belleza de la capilla con un espectáculo de luces que destacaba las formas platerescas de la bóveda y su estilismo hispano-flamenco, paredes y arcos que de otra forma no habríamos podido apreciar; desde la capilla, podíamos contemplar la urna pequeña de piedra al lado del Altar Mayor, donde reposan los restos del Infante don Juan Manuel, (1282-1348), uno de los nobles más ricos y poderosos de su época, que llegó a acuñar moneda propia como hacían los reyes y a mantener un ejército de mil caballeros. Pero el infante, no ha pasado a la historia por ser militar o político sino por su actividad literaria cuya obra más representativa es la colección de «cuentos moralizantes», titulada El conde Lucanor. Una pasión que le llevó a compaginar durante toda su vida, su labor como escritor y como noble caballero. La capilla de Los Manuel, era por tanto, el lugar idóneo para honrar la memoria de este gran escritor y de acercarnos a su obra más representativa, El conde Lucanor, del mejor modo posible, leyendo en familia el segundo de sus cuentos, titulado «Lo que sucedió a un hombre bueno con su hijo«; como bien sabemos, todos los cuentos o enxiemplos mantienen la misma estructura, Introducción o exposición del asunto, ejemplo propiamente dicho y moraleja, lo que nos ayudó a la hora de repartir su contenido entre niños y mayores; hasta el pequeñín de 5 años se atrevió con los dos versos finales, un pareado, con el que el autor termina todos sus cuentos y con el que muestra su afán didáctico.

Por críticas de gentes, mientras que no hagáis mal,
buscad vuestro provecho y no os dejéis llevar

Finalizada la entrañable lectura, Inés, la guía, nos condujo por distintas estancias del convento hasta llegar al recoleto claustro y a los jardines posteriores, ya en la ribera del río, que aún mantenían los colores del otoño.

La soledad y el silencio del entorno, solo rota por el bullicio de los niños, nos permitió pasear y disfrutar de este recoleto jardín. Inés, se brindó a inmortalizar nuestro paso por el convento haciéndonos un verdadero reportaje fotográfico. Muchas gracias por tu amabilidad.

Y desde allí, nos dirigimos a la que sería nuestra última actividad, visitar La plaza del Coso, conocida como «Corro» o «Corro de los toros«, documentada desde la Edad Media, a la que se asoman 48 edificios, cuyos balcones adintelados, decorados con motivos arabescos, se realizaron en madera, en los siglos XVIII y XIX. Su construcción se realizó desde antiguo para fines lúdicos, un palenque dedicado a realizar justas y torneos medievales y posteriormente sueltas y corridas de toros. A lo largo del tiempo y hasta hoy, la función de estos balcones es la de servir de palcos desde donde presenciar los diversas espectáculos que se han ido realizando en el recinto, desde las ya mencionadas corridas de toros a procesiones, festejos patronales o ferias de ganado.

Actualmente está considerada como «una de las primeras plazas mayores de España», dada su singularidad, a pesar de no estar presidida ni por un ayuntamiento, concejo o iglesia parroquial. Su encanto no sólo viene dado por el atractivo espacio rodeado de balconadas de madera sino por la presencia, allá en lo alto, de la elegante silueta del castillo recortado en el cielo azul.

Y desde aquí y después de comer, nos encaminamos cada uno a su lugar, con la alegría de haber disfrutando juntos, compartiendo nuestro tiempo libre, y con la certeza de seguir inoculando en los más pequeños la pasión por el conocimiento, dándoles la posibilidad de descubrir y vivir los valores que nos unen y nos definen como familia.

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