La nieta del señor Linh, Philippe Claudel

Las guerras acaban con el presente y el futuro de invasores e invadidos. Philippe Claudel

Las guerras tienen un coste humano para quien las sufre y para quien las ejerce. Icíar Bollaín en Maixabel

La obra que voy a analizar este mes se titula, La nieta del Sr.Linh, de   Philippe Claudel, novela de apenas  160   páginas, breve,  pero densa   en cuanto a intención y contenido. Tiene el tono de las fábulas pero  de un tipo de fábula en la que los protagonistas no son animales sino  hombres que  se han visto abocados a la soledad, al abandono de  sus hogares, y al exilio de sus países. Esta novela o  cuento o  fábula o relato breve,   -que cualquier denominación nos vale-,  cuenta una historia universal, ajena al tiempo y al lugar, ligada a la condición humana y a su capacidad de resistencia; es una historia de desarraigo, de guerramuerte,  de arrepentimiento, plasmada  en  dos personajes, el señor Linh y el señor Bark, dos supervivientes, el primero de la guerra, el segundo de la muerte de su esposa y ambos de la soledad y la tristeza.

Y para ayudarnos a comprender conceptos tan abstractos, el autor se vale de LA ALEGORÍA, espejo que traslada lo que es con lo que no es para explicarnos las secuelas  psíquicas que las guerras dejan grabadas para siempre en el alma de quien las ejecuta y de quien las sufre. Nuestros dos personajes serán la imagen de lo que no tiene imagen,  del  exilio y de la pérdida de identidad, estados anímicos  que no se ven, que quedan ocultos en la mente del individuo provocando distorsiones  y realidades paralelas.

El señor Linh, nuestro principal personaje, escapa de su anónimo país, -un paraíso en su recuerdo-,  tras una guerra  que destruyó bienes y personas, sembrando dolor y  muerte; gracias a la alegoría, deja de ser el señor Linh para ser la imagen del sufrimiento de todos los inmigrantes, emigrantes y exiliados. Sólo saca de su país una vieja maleta con fotos, dos saquitos de tierra y cuatro prendas y lleva a su nieta Sang Diu, de pocas semanas de vida, en el regazo y no se separa de ella. La ternura y la delicadeza se vislumbran en el narrador cuando la nombra : la pequeña, la criatura, la niña, la nieta, el bebé sonrosado…

Conoceremos su vida gracias al NARRADOR, que  irá relatando con frases muy breves y en tiempo presente, los momentos más significativos de la vida del señor Linh,  al mismo tiempo que suceden… Dos mujeres lo acompañan al muelle con gestos suaves, como si se tratara de un enfermo. Hace mucho frío y el cielo está encapotado…, centrando el interés en  lo que les va ocurriendo mientras leemos, como un testigo observador de su vida.  Y usará los  tiempos del  pasado, cuando recuerde la vida del anciano en su país asiático, el momento en el que   decide tomar un barco y huir de aquel infierno, el desasosiego de la espera, y las penurias de las  seis semanas de viaje  hasta llegar  al puerto de un país sin nombre, donde es acogido.… Los alojaron en un campamento de barracas. Eran centenares de personas hacinadas unas contra otras, calladas, con miedo de hacer algún ruido, de intercambiar unas palabras. Algunos murmuraban que iban a matarlos a todos, que el barco no llegaría, que los pasadores a los que habían entregado sus últimas monedas les cortarían el cuello a todos, o los dejarían allí, abandonados a su suerte.

Una vez instalado en un  dormitorio común por la mujer que le recoge del muelle y Sara la intérprete, comenzará un viaje iniciático por una ciudad grande y extraña   para descubrir un mundo frenético,  de grandes avenidas, donde la gente se cruza  sin mirarse y donde los coches   inundan de ruido y humo las calles. Será en este espacio sofocante, sentado en un banco de una calle cualquiera, donde el señor Linh conocerá al  señor Bark, un viudo jubilado que se acercará a charlar; para ambos el banco será un   punto de encuentro que transformará  dos soledades en una gran  amistad… De pronto advierte que ya no están solos en el banco. A su lado se ha sentado un hombre que lo mira, y también a la niña. Aparenta la misma edad que él, tal vez unos años menos. Es más alto, más grueso y lleva menos ropa. Esboza una sonrisa… y fusionará dos culturas  opuestas, la del señor Bark, de urgencias y bullicio y la del señor  Linh, de tranquilidad y  paisajes infinitos, recuerda  paisajes, mañanas luminosas, el lento y apacible paso de los búfalos por los arrozales, las alargadas sombras de los enormes banianos a la entrada de su aldea, la bruma azulada que desciende de las colinas al atardecer, como un chal deslizándose lentamente por unos hombros…; ambos comparten su desamparo,  hablan lenguas distintas, desconocidas para cada uno de ellos, pero se entienden y superan los problemas  de comunicación, sólo con la voluntad de comunicarse. No pueden  utilizar el código verbal, del que sólo han aprendido dos palabras:  “buenos días” el señor Lihn y Tao-Lai”, el señor Bark, creyendo éste ingenuamente que dice el nombre de su amigo:

 Yo me llamo Bark. ¿Y usted? —pregunta tendiéndole la mano.

—Tao-lai —dice el señor Linh, empleando la fórmula cortés que se utiliza en su lengua natal para dar los buenos días, y estrecha con las dos manos la del hombre, una mano de gigante, con unos dedos enormes, callosos, agrietados.

Ante la pobreza léxica, ambos  exprimen los  códigos comunicativos no verbalesvisuales, (gestos, sonrisas), táctiles (una palmadita en el hombro)-, olfativos  (el humo del tabaco), para decodificar el significados de los mismos y llegar a  comprenderse.

Y poco a poco va naciendo LA AMISTAD. .Cuando el señor Bark habla, el señor Linh lo mira y escucha con mucha atención, como si lo comprendiera todo y no quisiera perderse nada del sentido de sus palabras. Una amistad que dará sentido a sus vidas y que cambiará la primera percepción del señor Linh a su llegada al país de acogida… El señor Linh aspira el olor del nuevo país. No huele nada. No hay ningún olor. Es un país sin olor. Aprieta a la niña contra su pecho y le canta al oído la canción… cuando su amigo le lleve al muelle,  contemplen el mar y vuelva  a percibir olores que creía olvidadoEl señor Linh respira. Respira hondo, con los ojos cerrados. Sí, no se equivocaba. Allí hay olores, olores de verdad, a sal, a aire, a pescado seco, a brea, algas y agua. ¡Qué bien huele! Es la primera vez que aquel país huele realmente a algo, que tiene un olor. Un olor que lo embriaga. En lo más profundo de su corazón, el señor Linh agradece a su amigo que le haya enseñado aquel sitio.  Una amistad vivida como  vínculo, como tabla de salvación, y también como agonía cuando el señor Linh cree haber perdido para siempre a su amigo y se lanza por la ciudad deambulando hasta encontrarloTan regocijado va en su búsqueda que no ve un bache lleno de agua aceitosa. Mete todo el pie izquierdo. Pierde el equilibrio y está a punto de caer, pero lo evita dando un saltito. Tiene el pie descalzo. La zapatilla se ha quedado en el charco, enganchada en la rejilla de un desagüe. Sujetando a la pequeña con una mano,….. intenta recuperarla con la otra. Está en el fondo del charco, bien enganchada. Tira. Consigue que ceda. Saca la mano del agua con una zapatilla desgarrada y chorreando agua pringosa. Inservible. (…). Arrastra una pierna como si cojeara. Un hedor repugnante lo acompaña. No ha tenido cuidado con la manga de la bata, ni con los faldones, que se han empapado de agua inmunda mientras trataba de recuperar la zapatilla. Esta es la fuerza de la amistad.

Compartirán  lo poco que tienen, cigarrillos, bebidas de limón, el café humeante, los largos silencios, dos palabras  y las fotos; el señor Bark le mostrará la foto de  su difunta esposa, su compañera de vida y el señor Linh, la  imagen desgastada de su joven esposa. Pero compartirán algo de mayor enjundia, haber estado en el mismo país, al mismo tiempo, pero uno como agresor y el otro como víctima. Del hermanamiento que produce la amistad en los dos amigos, surge la confesión espontánea del señor Bark, sobre LA GUERRA, que trasluce las ideas del autor…Le pido perdón, señor Taolai, perdón… por todo lo que le hice a su país, a su gente. No era más que un crío, un crío estúpido y cobarde que disparó, que destruyó, que seguramente mató… Soy un canalla, un auténtico canalla… Conocemos por el señor Linh, los atropellos e iniquidades perpetradas contra su pueblo y su familia, pero lo que no intuíamos es que el señor Bark participó en una de esas guerras que sufrió el país de su amigo; si el señor Linh  huyó del terror, el señor Bark quiere huir de sus recuerdo, y a pesar de saber que su amigo no le entiende,  se duele, se disculpa, llora y pide perdón por haber empuñado un arma contra inocentes ……….No me atrevía a decírselo. No me pidieron mi opinión, ¿sabe? Me obligaron a ir. Era joven. No sabía nada. Había una guerra. No la de ahora, otra. Una de tantas………..—Hace una pausa. Las lágrimas siguen resbalando por su rostro—. Tenía veinte años. ¿Qué sabe uno a los veinte años? Yo no sabía nada. No tenía nada en la cabeza. Nada. Era un niño grande, nada más. Un niño. Y me pusieron un fusil en las manos, cuando casi no era más que un crío. Vi su país, señor Taolai, ya lo creo que lo vi Estuve allí hace muchos años. Lo recuerdo como si me hubiera marchado ayer. Lo conservo todo dentro de mí… nos ordenaron que sembráramos la muerte en ese paraíso con nuestros fusiles, nuestras bombas, nuestras granadas…

Una  Guerra que como todas las guerras, acaba con la juventud y el futuro de invasores e invadidos,—Todas aquellas aldeas por las que pasamos, aquella gente que vivía con nada y a la que teníamos que disparar, aquellas casas, hechas de madera y paja, como la de su fotografía… El fuego devorándolas, los gritos, los niños que huían desnudos por los caminos, en medio de la noche iluminada por las llamas… —Se interrumpe. Sigue llorando. Siente náuseas….. La vergüenza le deja un sabor a hiel en la boca—.

Aunque parezca que hemos desentrañado el contenido, no es así; hemos dejado sin desvelar lo más interesante, lo que diferencia esta historia de otras  del mismo tipo y le da valor universal ; no es  la ternura ni  el respeto con que describe el narrador al anciano señor Linh, ni la comprensión que muestra ante la lucha interior del señor Bark, ni tan siquiera la ausencia de tendenciosidad  y la  objetividad del narrador; es la simbiosis entre el autor, persona del mundo real y el narrador,  voz testigo del mundo imaginario. En este libro no se sabe dónde empieza uno y acaba el otro, o si son la misma persona; lo cierto es que durante el desarrollo de la historia van poniéndonos  ante los ojos una realidad fingida bajo la que subyace otra mucho más trágica; verdades a medias  que se disiparán en un instante por la magia de dos palabras, dando una  vuelta de tuerca al final de la obra, que dará sentido a las intuiciones y sospechas de los lectores.

Philippe Claudel convierte su novela en fábula,-género escogido desde la antigüedad para contar historias-, con el propósito de servir de espejo a la humanidad. Y este libro lo logra. Permite que nos adentremos en el alma de sus protagonistas a través de su narración cristalina, donde sin ahorrarnos el drama, enaltece los sentimientos más humanos del hombre, el arrepentimiento y la amistad. Y es que es un libro de sentimientos. De pérdidas y encuentros. De paraísos perdidos y de infiernos. De la vida, en definitiva. Es otra  llamada de atención sobre la crueldad de las guerras,  las de ahora y las de siempre.

ADENDA

El azar ha querido que la lectura de este libro haya coincidido con el visionado de la película «Maixabel«, de Iciar Bollaín, una historia real sobre el arrepentimiento y el daño irreparable que enfrenta a verdugos y víctimas;  mientras la veía me venían a la cabeza imágenes, sentimientos y reflexiones exactas a las leídas en el libro de Philippe Claudel. Estaba a punto de dar a «publicar» la reseña cuando he sentido la necesidad de reivindicar estas obras que  han apostado por defender la memoria histórica y unirla al espinoso tema del arrepentimiento y el perdón; la película y la novela tratan sobre la guerra y ambas inciden en el coste humano de quien las sufre y de quien las ejerce, idea que late y se visualiza a lo largo de la película, que se lee en la novela y que encabeza esta reseña por su rotundidad; Maixabel, a la que ETA,  le arrebata su compañero de vida,  no comprende el código de terror del asesino de su marido, y el señor Linh no comprende el código lingüístico, con el que el señor Bark, le  confiesa los atropellos que llevó a cabo con 20 años en el  país oriental. También tenía 20 años el asesino de Juan María Jaúregui cuando disparó contra él por la espalda. La mirada imperturbable de su esposa Maixabel,  en la primera entrevista  con el asesino de su marido, Ibon Etxezarreta, se va tornando comprensiva ante la vergüenza y el arrepentimiento mostrado por el etarra;  del mismo modo el llanto y el desconsuelo  de Bark llegan al corazón de Linh. Un arrepentimiento con el que desahogan los errores de juventud y suplican el perdón que ellos mismos no han podido otorgarse. El señor Bark y el etarra, -los verdugos-, se arrepienten  ante Maixabel y el señor Linh, sus víctimas,  para empezar una nueva vida en la que ambas partes encuentren algo de sosiego y paz. Ambos autores aportan con sus obras un mensaje esperanzador.

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Blanca Portillo anoche recibió el Goya 2022 a la mejor interpretación por su impecable trabajo en Maixabel. No logró el galardón Luis Tosar que dio una réplica irreprochable

La  trayectoria literaria de Philippe Claudel ha sido reconocida con galardones como el Premio France Télévision en el año 2000, los premios Goncourt y Renaudot en 2003, o el Goncourt des Lycéens en 2007. Escribió  La nieta del señor Linh, en 2003 y fue publicada en España en 2013.

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