Ladrilleros, Selva Almada

La novela Ladrilleros, de Selva Almada, autora argentina nacida en la provincia  de Entre Ríos, recoge su experiencia rural de infancia y juventud y la derrama en este libro  que es una pequeña joya,  de esas que no llaman la atención, porque enconden su valor entre la poesía de sus palabras y la geometría de su  composición. Quizá sea esta perspectiva matemática, la que  estructura circularmente la obra, de modo que su inicio y su final repiten la misma escena, el mismo plano y las mismas figuras, dos jóvenes moribundos repasando su vida mientras esperan heridos,  que alguien les auxilie;  Pajarito, hijo de Tamai y Celina  y Marciano, hijo de Silvio Miranda y Estela,  dos caras de la misma moneda, la moneda de la violencia, del odio y la intransigencia  …A pájaro Tamai, echado en el suelo, boca arriba, le parece que la rueda gigante sigue moviéndose… Quiere cerrar los ojos a ver si se calma el mareo…

…Marciano Miranda está echado boca abajo con un solo ojo abierto…Ahora igual no importa. Ahí, echado en el barro, está cansado y tiene frío. Será el rocío del amanecer …

También es geométrica  la vida de las dos familias, que se  desarrolla paralelamente, con líneas y ángulos medidos con precisión matemática. …Estela y Celina no se cruzaron en la sala de partos. Cuando Estela se iba con su hijo recién nacido, Celina entraba con los primeros dolores.

Y en alguno de esos forcejeos se habrán visto a sí mismos duplicados como en un espejo.

…Quedaron los dos echados en el barro, a pocos metros de distancia. Los ojos bien abiertos, fijos en el cielo. Todo blanco. Todo rojo. Todo blanco.

La historia es una tragedia, cuenta una larga muerte, o en palabras de García Márquez, es la Crónica de una muerte anunciada, que sobrevuela dos familias enfrentadas, cuyas vidas están  vinculadas por odios  irracionales y venganzas que pasarán de padres a hijos. Desde un charco nauseabundo de barro, vómitos y orines, Pajarito y Marciano contemplarán la película de sus vidas, su infancia y juventud y los momentos que les marcaron; Tamai recordará las palizas de su padre y su pertinaz furia y Marciano la pérdida del suyo y su amor incondicional.

Pero no todo es violencia y muerte, también es una  historia de  amor, –la de Marciano Miranda con su padre Silvio-, …Marciano levanta un brazo –como duele el esfuerzo-, y acaricia la mejilla del padre, la barba crecida; intenta llegar al cabello, más largo, con mechones ondulados, morenos…, la de Celina y Estela con sus hijos, o el  amor prohibido de Angel y Pajarito. …. Le hubiera gustado que la última escena, esa que pasa frente a los ojos justo antes de cerrarlos para siempre, fuera aquella en la que Angel y él salen del pueblo en la moto, en el medio de la noche con el acelerador al taco. Ángel pega el pecho a su espalda y le rodea la cintura con los brazos, siente su mentón sobre el hombro, los chorritos de respiración tibia contra la oreja. Esa escena que ha sido la misma muchas veces en los últimos meses y al mismo tiempo, siempre es distinta, siempre nueva.

Y por encima de todo es una historia de mujeres  fuertes, que viven sometidas  a padres y maridos borrachos, jugadores,  pendencieros o maltratadores,  a los que  permiten ejercer de  machitos aunque sean ellas las que sostengan  la economía familiar. … No decía porque la pegara a ella (Tamai). Los hombres golpean a sus mujeres alguna vez en la vida… ¿Acaso su padre no la había agarrado con el cinto cuando le dijo que esperaba un hijo de Tamai? …y de niños que se hacen mayores en la calle… Pajarito se convirtió en la mascota de la pandilla. Eso hasta que cumplió tres años y pudo defenderse tanto de las harpías amigas de Sonia, como de los changos más grandes… Marciano, en cambio, entró de más grande. Con cuatro años bien cumplidos; sabiendo caminar, hablar y hacer pis y caca solito.… Ellas son madres, esposas y  obreras,  mujeres que se reinventan, ladrilleras  que ladrillo a ladrillo van construyendo los cimientos y  paredes de un hogar en los que reina el desasosiego por la supervivencia diaria… Si tenían para comer era porque Estela había tomado las riendas de la economía doméstica y se había puesto a coser para afuera.

El medio social descrito es caldo de cultivo para la tragedia, para las pasiones, para el sexo, un mundo, en el que  lo diferente no tiene cabida …Marciano se miró en el espejo y en la luna lo vió al hermano, Angelito, echado sobre la cama como un gato fino, en slip, abanicándose con una revista…

Las historias anteriores son movidas y manejadas por un narrador, verdadero conductor de la obra,  que imprime un ritmo ágil o lento según convenga a cada escena, que cuenta lo que sienten  los jóvenes y cómo lo sienten …Dice, aunque no puede articular palabra, lo que dice lo dice adentro de su cabeza.   –Sos vos papá. Viniste a buscarme.  Dice en ese decir silencioso. –Mi hijo es un campeón. Escucha decir a su padre… Este desconocido narrador  es un personaje más, emotivo y poético, creado por  la autora,  que aleja a ésta de cualquier intromisión en la obra,  arrogándose el papel de portavoz comprometido con  la miseria, la soledad y la injusticia.

Conoce intimidades de las familias y los chicos,  debido a una clara cercanía. Así, recuerda a Pajarito Tamai lo que hizo con seis años  …Una vuelta te fuiste y todo. Ahí eras chiquito. Cinco o seis años. Tu padre te había dado una paliza por algo…o por nada. Metiste tres naranjas en una bolsa y te las tomaste….  O se queja del abandono de los chicos…Papá, ¿te fuiste? –articula Marciano adentro de su cabeza. Adonde se ha ido su papá, por qué lo deja solo de nuevo…(…) ¿No va a venir nadie, la puta madre?¿Lo dejaron tirado, conchudos de mierda?87. Ahora tiene los huesos helados… o describe  sensaciones y gestos …Es la música y las voces, murmullos apagados que de golpe se encienden con algunas risas. Es ese rumor que se le mete en la cabeza y va trayéndolo despacito de vuelta. Después abre los ojos y parpadea varias veces…, detallando  situaciones y emociones…Está acostado sobre algo que no es el piso y se siente bien , limpio y perfumado como cuando salió de su casa rumbo al parque… y acompaña a los muchachos abandonados en el barro, doliéndose   con ellos y  de ellos, hasta de sus recuerdos  …Debe estar llegando al final. Se ve que perdió mucha sangre y está débil y la debilidad lo pone marica. Porque mirá vos que venir a acordarse de cuando el Marciano y él eran amigos. Dos catangas de este tamaño, escapándose de la casa en las bicis para venir al parque….

No están solos, el narrador observa sus vidas y es quien  irá relatando los hechos,  como si de un médium se tratara, según vayan llegando los recuerdos a las  ya trastocadas  mentes de Tamai y Marciano.  Y  lo hace sin orden cronológico, intercalando pasajes de  tiempos anteriores, –flash back-, con los presentes, sirviéndose también de   numerosas anticipaciones o catáforas que nos permitirán conocer situaciones futuras…El tenía once años. Al año siguiente, a los pocos meses, en realidad moriría su padre. Como consecuencia del ir y venir por el tiempo,  la autora juega  libremente con los tiempos verbales, sobre todo con el presente y el pasado, que alterna  sin dar tregua al lector, sirviéndose del tiempo futuro, para adelantar hechos que sucederán a lo largo del relato.

Otro elemento narrativo decisivo  es  la presencia del realismo mágico, que utiliza para teñir de ternura los últimos momentos de Marciano, cuando, tirado agonizante en el barro, habla con su padre muerto, le ve el tajo de la garganta por el que se desangró y se fuma un pitillo con él. Lo inverosímil se normaliza y la insólita percepción sensorial, se convierte en una realidad. …Miranda está sentado en el piso y sostiene a su hijo sobre la falda, la cabeza de Marciano se apoya en una pierna de su padre. Se acomoda de tal modo que los dos pueden mirarse. El padre todavía lleva puesto en el cuello el pañuelo de seda con que lo enterraron. Se desanuda el pañuelo y lo usa para limpiar el barro del rostro de su hijo; lo paranormal se concentra en un personaje, Silvio Miranda, el padre de Marciano, que vaga por  el mundo de los vivos y acompaña a su hijo en su agonía  a pesar de estar muerto. Esta fusión de lo real y lo fantástico me ha recordado al libro de George Saunders, Lincoln en el Bardo, reseñado en este blog, donde los muertos no saben que lo están y experimentan una serie de fenómenos sobrenaturales, que tienen su origen en  las torpezas, tragedias  y pecados  de la otra vida. ¿Cómo decirlo? El papá actuaba como si no supiera que está fallecido. Primero lo reconoció como su hijo, después empezó a mostrarse ausente, al final lo trataba como a un extraño. Su papá no sabe que está muerto. Se quedó vagando en esa última madrugada (…) Aunque hayan pasado diez años, Elvio Miranda todavía no pudo entrar a la tierra de los finados. Está varado en esos pocos minutos antes de ser asesinado; no se resigna a abandonar el mundo de los vivos.

La misma importancia adquiere la presencia de un mundo onírico, estrecho vínculo entre las emociones cotidianas  y las expresiones del subconsciente, que  recuperan situaciones vividas y cuestiones sin resolver…Estela Miranda, la madre de Marciano, sueña con el carnaval en el que fue reina, bailando en la carroza sobre tacos altísimos, (…) Tenía todo el cuerpo y la panza cubiertos de brillantina (…) Encendió el velador y cuando apartó las sábanas volaron una lentejuelas que habría arrastrado hasta la cama… Hay otros sueños,  éstos reales pero irrealizables, como el que anida en   Marciano desde pequeño, viajar con su padre a Entre Ríos, la tierra del verde y del agua, …Papá te acordás la vez que fuimos a cazar a Entre Ríos? A Marciano le había gustado, lo hacía acordar a Las aventuras de Tom Sawyer, el rio con la vegetación espesa a los costados, el calor húmedo, los insectos.

La autora también da pinceladas de otras  realidades, hablando de la homosexualidad, -Pajarito y Ángel-,  de la religión, -los evangelistas-, de la policía  y su impotencia ante la violencia instaurada y sobre todo dibujando  una sociedad incapaz de ofrecer a sus jóvenes  un  futuro halagüeño.

Es una novela en la que la escena es una unidad narrativa, de hecho la aparición de los protagonistas heridos en el barro es absolutamente cinematográfica;  es la gran escena y casi me atrevería a decir que la única, de la que se desgajan el resto de las acciones, por eso abre, cierra y da sentido a los acontecimientos de la historia; los diálogos entre vivos y muertos, los pensamientos dialogados,  los recuerdos narrados de los agonizantes y las intervenciones del narrador médium, consiguen una gran teatralidad;  quizá por ello los escenarios son concretos, muchos de ellos cerrados,  las relaciones personales son casi todas dos a dos, y cuando aparecen más personajes, como los amigos de los jóvenes,  recuerdan al coro de los dramas griegos que  ayudan al público  a entender, en este caso,  situaciones propias de los jóvenes que habitan en la periferia… En esta escena están a punto de pelear, aunque no puede adivinar quién será el ganador. A veces terminaban los dos mordiendo el polvo y los amigos de cada bando tenían que llevarlos a rastras a la casa. Piensa que ya que no puede elegir la última escena, que por lo menos le toque una en la que el vencedor sea él.

Todo ello sin perder el habla de la calle, basado en una sintaxis que utiliza los complementos  de forma redundante para dejar claro el elemento que recibe la acción … en la luna lo vió al hermano… (…)  Todavía no quería despertarlo al marido… y de modo especial en  el léxico propio del español de América, específicamente de Argentina, que refleja la diversidad y riqueza del castellano y las llamadas variedades diastráticas o sociales, diferentes formas de utilizar la lengua por parte de los hablantes en cuanto pertenecientesa un nivel social determinado.
Destacamos: changos, rebenque, chicotazo, mencho, predio, judeármelo, sapucai, barquinazos, macanas, trapeaba, metejonearse, ojota, fierro, y expresiones como …chúcaro de mierda, luz enceguecedora, chaque el pucho, agarraba picacolimba, tapes de mierda, que vá á, que vá á , estar en pedo, a todo culo a la bailanta, etc

Este caudal léxico dificulta a veces la lectura y obliga a visitar cada poco, el  diccionario, pero es pertinente porque enraiza la historia a la tierra y aporta realismo y verosimilitud. La presente obra es la segunda novela de Selva Almada y fue editada en 2013, al año siguiente  de publicar  su opera prima,  El viento que arrasa. Desde entonces su voz ha salido de viaje, -cosa que a ella le cuesta porque “los viajes desordenan mi vida”-, y ha llegado a nosotros para mostrarnos un mundo real, cerrado y hostil,  en el que las pasiones arrinconan la cordura y al que incorpora con gran maestría, elementos de fantasía e irrealidad.

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